domingo, 27 de mayo de 2012

Acta de Juan Belmonte, matador de toros



A las 7 de la tarde, movidas por el espíritu de Belmonte, iniciamos nuestra particular búsqueda tras las huellas del torero. Nos plantamos en el estudio  Manuel Gavira, antigua fábrica de hilos industriales, pegada a la plaza de la Maestranza, que recoge una exposición colectiva de temas taurinos. Ni rastro de nuestro torero, pero, eso sí, como premio a nuestro interés, nos topamos con un fantástico cuadro de Manolo Cuervo, otro de Lola Flores, varias pinturas, esculturas, objetos de decoración y hasta un outlet con cristales de la fábrica de la Trinidad. Nos comentó la encargada del local que aunque en la tienda no tuvieran nada del Pasmo de Triana, en la azotea había un graffiti con el perfil de Belmonte, y que podía verse desde las últimas gradas de la Maestranza. Muy curioso el estudio, al que acudimos azuzadas por Cristina, que en esos momentos estaba ocupadísima maldiciendo al galeno, que primero dio vueltas alrededor de su rostro evaluando la situación, para después banderillear y por último entrar a matar. Por suerte Cristina pudo asistir a la cena, aunque un poco maltrecha y con un apósito delator de la faena.

Nada más entrar en  la Maestranza, Pilar se encontró a una colega con la que endurece isquiotibiales y que resultó ser nuestra guía en el paseíllo torero. Nos explicó las peculiaridades de la plaza: estilo tardo barroco con tendencias neoclásicas, su edificación se alargó durante 120 años, no tiene forma redonda… Preguntada por el grafitti, ni lo había visto ni había oído hablar de él y no tuvimos acceso a las gradas cubiertas superiores desde donde nos indicaron en Manuel Gavira que podíamos verlo. Sin dejamos vencer por la decepción y ejerciendo de turistas cámara en ristre, quisimos estrenar nuestros recién adquiridos conocimientos taurinos y nos permitimos interceptar alguna que otra pregunta dirigida a la guía, y contestar como si fuéramos doctas en la materia. Me acordé de esos personajes citados en nuestra lectura, que se las daban de entender de toros más que los propios toreros sin tener ni puñetera idea.

Nos volvimos locas de entusiasmo cuando recalamos en la sala dedicada a la Edad de Oro de la Tauromaquia, representada por Belmonte y Joselito, y nos paramos ante cada busto, cartel o cuadro donde aparecía nuestro torerillo. Pililebe se quedó prendada de un cartel pintado sobre seda que anunciaba una corrida de Belmonte.

Al salir estuvimos hablando con Pilar, la compañera de Pilipink, de toreros, curiosidades…¡y de libros! Nos contó que en tiempos tenían una libreta donde anotaban anécdotas y preguntas dignas de mención de los visitantes a la plaza. Citó a una brasileña que, al ver horrorizada cómo maltrataban a los toros, comentó que ella pensaba que las corridas eran una especie de danza entre el torero y el toro, unidos en artística simbiosis con una perfecta colaboración y adiestramiento del animal, consiguiendo una gran belleza plástica con los movimientos rítmicos del capote. Para nada la brutalidad que había presenciado. Le rogamos a Pilar (que aceptó ser nuestra invitada próximamente) que buscara esa libreta para poder disfrutar de más anécdotas.
Salimos de la plaza por la puerta del Príncipe, como debe de ser, y nos dirigimos hacia el Rinconcillo, hablando de las cosas propias de nuestra edad (que incluyen sobre todo recuerdos de hace muuuchos años) y elucubrando sobre nuestros invitados de esa noche. 

Llegamos al restaurante y, ante la preocupación de Pilar  por no conocer físicamente a su invitado, buscamos rápidamente en google una foto suya y, ya más tranquila, Pilar se apostó en la puerta de entrada para recibirle como Dios manda. Nos llegó una carcajada de Cristina: la foto que habíamos visto no era de González-Cotta, sino de  Patrick Modiano, autor del último libro comentado en el club de lectura de la Fnac que dirige Javier.

Mientras Rocío nos informaba de que Ángel, su invitado, no podría asistir hasta bastante avanzada la cena, llegó Javier (el dilecto urbenauta, como he leído en algún sitio) y empezamos la reunión. Javier nos cautivó desde el primer momento. Buen orador, simpático, cercano y sin ambages, nos puso en situación inmediatamente hablándonos de su actividad, de su papel protagonista en el origen de la revista Mercurio, de los entresijos de editoriales y editores y, sobre todo, de la vida y obra de Chaves Nogales, completando los datos que habíamos ido recopilando en la Feria del Libro con apuntes oficiosos que recogimos con avidez. 

A medida que iba hablando se nos abría el apetito lector; cada libro que elogiaba deseábamos que fuera el siguiente en aparecer en nuestra mesita de noche y finalmente llegamos a la conclusión de que son varias las lecturas obligadas de Chaves Nogales: A sangre y fuego (subtitulada “Héroes, Bestias y Mártires de España), La vuelta a Europa en avión, La agonía de Francia, El maestro Juan Martínez que estaba allí… Javier citó el libro “La noche de los tiempos”, de Antonio Muñoz Molina, que podría ser la historia de Chaves Nogales.
Entramos de lleno en el comentario de “Juan Belmonte, matador de toros” y fue todo muy fácil, ya que había unanimidad en el veredicto: dos orejas y rabo. Y llevar al maestro a hombros hasta su casa: tal ha sido nuestro entusiasmo con el libro. Pase tras pase nos íbamos quitando la palabra. Javier habló de que el carácter reservado de Belmonte da nombre al silencio (la belmontina), de la empatía entre Belmonte y Chaves, de la Sevilla de principios de siglo; Rocío citó la frase que más le ha gustado y que quiere aplicar en su vida: “gana el que sabe parar” (sacada de la trilogía innovadora de Belmonte: parar, templar y matar); Elena habló de la riqueza de vocabulario y de las palabras inglesas castellanizadas (interviuar), y se mencionaron los capítulos de viajes, las aventuras,  el miedo de los toreros, las alusiones al suicidio, la similitud entre “el trote cochinero” que tanto le gustó a Ángela en Madame Bovary con el paseo en coche de caballos de Belmonte y su amante...


...y cuando estábamos saboreando los postres del Rinconcillo con ese sopor que da la satisfacción de una faena bien realizada, nos vimos arrastrados por un tsunami que nos llevó de Japón hasta Inglaterra pasando por Estambul, para devolvernos al lado de Tanizaki y de un triángulo amoroso con el  traductor Manzano en uno de sus vértices, una serpiente en otro y un látigo sadomasoquista en el tercero, y  recalamos en un país frío, simple, tortuoso que se llamaba Rojo, ¡no!: su nombre era rojo, pero no el del país… y volando por los aires con mil libros, autores y situaciones aparecimos de nuevo en el Rinconcillo. ¡Brutaaaaal!
El artífice de esta revolución no fue otro ni más que menos que Ángel, el compañero de Rocío, que en un momento acaparó todo el protagonismo de la reunión con su amplia trayectoria por obras y autores, conocimientos que generosamente compartió con nosotras. Hay que reconocerle su valentía al defender a Tanizaki ante un público hostil que,  poco a poco, cada vez oponiendo menos resistencia, se dejó tragar por arenas movedizas… ¡conque, se acabó la cena! 

sábado, 26 de mayo de 2012

LECTURA PARA JUNIO

«Encuentra al hombre que me asesinó y te contaré detalladamente lo que hay en la otra vida.» Pamuk ha conseguido una novela total. A la sabiduría de la mejor narración histórica se une el ritmo trepidante de la novela negra y una seductora historia de amor. Me llamo Rojo nos introduce en el esplendor y la decadencia del Imperio Turco, una potencia que llegó hasta las puertas de Viena. Viajamos hasta el siglo XVI, el sultán desea inmortalizar su figura en un lienzo, pero la ley islámica lo prohíbe. La tentación vence y cuatro artistas trabajarán en secreto, elaborando un libro lleno de imágenes nunca antes pintadas. Hasta que uno de ellos desaparece. Después de El libro negro y La vida nueva, el lector en español puede adentrarse en otra novela- Un puzzle filosófico y fantástico en el que se cruzan el arte, la religión, el amor, el sexo y el poder de uno de los autores que despierta más expectación internacional. 


OMAR PAMUK
Inició estudios de arquitectura, que tres años después abandonó, y se graduó en Periodismo en la Universidad de Estambul. Entre 1985 y 1988 residió en Nueva York, trabajando como profesor en la Universidad de Columbia, regresando después a Turquía.

Tuvo problemas con la justicia de su país que le llevaron a ser procesado en el año 2004, si bien en el año 2006, su proceso fue sobreseido. Estuvo amenazado de muerte por integristas islámicos, lo que le llevó a exiliarse a Estados Unidos, regresando a su país en 2007.

Su obra es bastante amplia y se le considera parte de la nueva literatura turca, pudiéndose definir como prosa poética. Se caracteriza por un fuerte compromiso social, como lo tiene su autor. Sus libros han sido objeto de numerosas traducciones y publicaciones en más de un centenar de países. Ha obtenido numerosos premios, en especial el Nobel de Literatura del año 2006 en reconocimiento a su trayectoria literaria y su compromiso con los derechos humanos. 


viernes, 25 de mayo de 2012

LECTORAS CON ARTE. MAYO

Mayo se nos va y aún seguimos petrificadas en aquella estación del mes de abril por donde quizás pasó raudo algún tren donde alguien esperaba simplemente un saludo a través de la ventanilla. Poco importa que la estación tal vez esté ya vacía, seguro que pasará algún tren; es posible que nadie venga a despedirme pero yo lo tomaré.

¡Ahí llega!... con las zapatillas de Belmonte llenas de las primeras arenas de la Plaza de Toros “La Macarena” de Medellín. Las mismas arenas que fueron testigos de los fallidos intentos infantiles de Botero por ser un gran torero. El tío Joaquín Angulo, quien le mostró las artes, las glorias y los mártires del mundo de la tauromaquia, lo entusiasmó para que se hiciera torero, pero no contó con el miedo, ese sentimiento cuya superación nos convierte en héroes o… ¡en pintores!

Así que aprovechando nuestra lectura, e igualmente los calores que nos acompañan, llega el tren cargadito de mujeres boterianas, muy fresquitas todas ellas y muy lectoras también; sólo a una le da tiempo a embutirse en su traje de tirantes y sus tacones coloraos.

FERNANDO BOTERO ANGULO 

Pintor, dibujante y escultor colombiano, en el que la monumentalidad, el humor, la ironía y la ingenuidad se combinan con un admirable dominio del oficio y gran talento.

Nacido en Medellín en 1932, inicia su actividad artística en 1948 como ilustrador del periódico El Colombiano, al tiempo que participa en su primera exposición conjunta —Exposición de Pintores Antioqueños— Medellín 1948.

 En 1952 viaja a España y sigue estudios en la Academia de San Fernando de Madrid, al tiempo que asiste al Museo del Prado donde estudia y copia la obra de Diego Velázquez y Francisco de Goya.

Entre 1953 y 1955 viaja a Francia, Italia y estudia en Florencia pintura al fresco, tras su regreso en 1955, permanece un año en Bogotá (donde su obra no tuvo buena acogida), otro año en México y en 1957 visita Estados Unidos. Allí celebra su primera exposición individual en la Pan-American Union de Washington. A los 26 años es nombrado profesor de pintura en la Escuela de Bellas Artes de la Universidad Nacional de Bogotá, en 1960 se instala en Nueva York y en 1973 fija su residencia definitivamente en París.

En principio sus obras revelan cierta admiración por el muralismo mexicano y la pintura del renacimiento italiano, pero más tarde estas influencias van desapareciendo en favor de un personalísimo estilo, en el que las figuras engordan y se deforman hasta cubrir en buena parte el lienzo, los cuadros de esos años denotan la influencia del surrealismo.

La historia del arte, la vida burguesa, la cultura colombiana y los personajes históricos constituyen a lo largo de su carrera las principales fuentes de inspiración, de una dilatada y variada producción en la que abundan paisajes, retratos y escenas costumbristas.

Sus primeras pinturas muestran una pincelada suelta y concreta, pero poco a poco ésta se empasta, al tiempo que las perspectivas y las figuras se hacen arbitrarias en función de la importancia que tengan en la representación.

Óleo, acuarela, pastel, sanguina o lápiz son manejados con gran destreza a lo largo de su obra.
Botero emplea la gordura como base de una cariñosa burla para comentar ciertos aspectos de la vida.
A partir de 1960, lleva a cabo entre su variada temática una serie de obras en las que parece rendir tributo a los grandes maestros de la pintura universal como Mona Lisa a los doce años (1959), Rubens con su esposa (1965) o Autorretrato según Velázquez (1986).

Su afición por los toros le lleva en la década de 1980 a dedicarse casi en exclusiva a este tema

La misma voluptuosidad e ingenuidad que caracteriza su pintura, se encuentra en la escultura cuya producción se inicia en París en 1973, se trata en su mayor parte de figuras y animales de tamaños grandiosos y desproporcionados de gran singularidad. En 1992 Montecarlo y los Campos Elíseos de París acogieron una Exposición de Escultura Monumental, y el Gran Palais (París) otra sobre toros, La Corrida. El tratamiento exagerado en sus proporciones de la figura humana es hoy una de las características inconfundibles de su obra, que ha sufrido pocas variaciones desde sus comienzos.

En la actualidad vive entre París, Nueva York y Bogotá.


miércoles, 23 de mayo de 2012

FOTOS CENA MAYO

EL IRREMEDIABLE CUMPLEAÑOS DE HOY LIBRO

Queridas mías, compañeras lectoras, simples mortales que buscáis en la lectura placeres caducos, amigas de HOY LIBRO y sólo de HOY LIBRO-que-para-hacer-amigas-no-necesito-venir-a-un-club-de-lectura-cómo-vindicó-tan-sabiamente-una-de-las-miembras-hace-ya-unas-pocas-de-lunas, hola to everyone:


Me dirijo a vosotras today, Wednesday, 24th of May del año en curso para haceros, a la par, una reflexión y una propuesta (sorry si os voy dejando hilillos de inglés por aquí y por allá pero una nunca sabe cuando le va a hacer falta entender la lengua del  ex-Imperio, cómo vuestra experiencia ya os habrá enseñado. God save the Queen!).
¿Acaso HOY LIBRO se merece que un año más, repito, un año más, se quede sin celebración de aniversario? Si se celebra el día del padre, el de la madre, el de los caballos ibéricos, el de la meteorología, el de la lombriz... el de la marmota, ¿podemos acaso pasar por alto, como si de una fecha intrascendente se tratara, el día en que nuestras dichosas pero incompletas vidas se unieron a través de un cordón umbilical llamado libro? (Esta es la reflexión, por si vuestras mentes cansadas por el time goes by  no hubieran caído en la cuenta).
A mí no me lo parece. Es por ello, que, desde aquí, y con  antelación suficiente, os invito you all a que lo celebremos en mi terracita trianero-casi-rayando-con-el-barrio-"in"-de-los-Remedios-cosas-de-la-vida-qué-le-vamos-a-hacer. (Aquí está la propuesta, por si tampoco os habéis dado cuenta, my dear friends).


En caso afirmativo -and I don´t have any doubt  que más de una, con kit gintonero incluido se apuntará antes de decirse sí a si misma-, dejo abierto el plazo de propuestas sobre fechas, cómo y de qué manera que concluirá el próximo domingo, tres de junio  mismamente  y porque hay que hacer recorte para ir acorde a los tiempos sórdidos que corren.


Cómo la celebración será en mis dominios, that´s life, paso a enumerar por real decreto decretado por mi misma y porque así me da la gana, una serie de condiciones para cruzar el umbral de esta santa casa.
 A saber:
Buena presentación, expresión risueña, interés desinterasado por compartir, el acompañamiento de un libro que en ningún caso ha de superar los diez euros, ¡¡¡comprado con mimo y cariño!!!  que pasará a ser sorteado como "amigo invisible" antes de tomar el primer gintónic -o infusión en su defecto para las abstemias-que-habelas-hailas- calzado cómodo para tener la neurona aguda y holgada, buen apetito...conversación amena... En suma, Tiempo.TIEMPO. TIEMPO. TIEMPO. Is there anything better?

¡¡¡¡¡FELÍZ PRÓXIMO CUMPLEAÑOS, HOY LIBRO!!!!!


  

  The veda pa las propuestas is open right now. God Bless you! 


CELEBRADORAS:

1- PILILEBE
2- MARIA SUR
3- MARIA NORTE
4-CRISTINA
5-MARGA
6- ANGELA
7- ROCIO
8- ELENA
9- MAR

lunes, 21 de mayo de 2012

Chaves Nogales no tiene lápida

Anoche, en el acto de ISA en la Feria del Libro, volvimos a encontrarnos con Maribel Cintas, y nos contó una historia que nos estremeció. Nos dijo que nos lo iba a mandar, y que la había publicado en el diario de Sevilla, como también nos comentó que su correo estos días está que arde, Marga, que está como una bala, lo ha buscado y me lo ha mandado para que lo leamos antes de la cena.

Chaves Nogales no tiene lápida

por María Isabel Cintas Guillén

Intelectuales como Muñoz Molina han lanzado una iniciativa para adecentar el lugar donde reposan los restos del escritor Arturo Barea · Los de Chaves Nogales también están en Londres pero ni siquiera tienen una piedra

El deseo de perdurar más allá de la vida lleva al hombre compasivo a marcar con una cruz el lugar de eterno reposo de los restos del que se ha ido; los hijos, los padres, los hermanos, los amigos del finado le preparan unas coronas de flores al darle el adiós definitivo, a la espera de que el taller del marmolista talle una piedra donde queden para siempre los datos más elementales, nombre, fecha de nacimiento, fecha de muerte. Y así, en lo sucesivo, los que le quisieron acuden al lugar y depositan unas flores junto a la referencia. No deja de ser un consuelo y forma parte de la liturgia del eterno descanso.

Pero la tumba de Chaves Nogales no tiene lápida.

En octubre de 1998 acudí a Londres buscando datos de la estancia del periodista en esta ciudad, mientras ultimaba la edición de su Obra Periodística. Pedí a la familia conocer el lugar donde reposaban sus restos y Antony Jones, hijo de Pilar Chaves, la hija mayor de Manuel, me citó en la estación de Richmond. De allí fuimos al cementerio de Kew. Buscamos el número de referencia en un bello espacio, llenos de flores y cantos de pájaros, cuidado, ideal para el descanso eterno. Yo llevaba un sencillo ramo de flores en mis manos. Por fin vería el sitio donde reposaba el periodista, más que familiar, al que prestaba interés desde hacía años y al que me parecía conocer a fondo, aun sin haberlo visto nunca. Por fin, tras largos titubeos, Antony dijo: "Aquí es". Y señaló un espacio vacío entre dos tumbas.

Ese era el sitio. Un espacio vacío entre dos tumbas. Los vecinos tenían lápida y nombre. Chaves sólo un espacio, que estaba en primer término invadido por un frondoso árbol. Nada más. "Ha costado mucho encontrarlo -dijo Antony-. Hace unos años, Wendy, la primera mujer de mi tío Pablo Chaves, se tomó el trabajo de recorrer varios cementerios hasta que lo halló". No sin perplejidad, deposité las flores sin articular palabra, hice una larga oración y me despedí de él.

Continué en Londres mi investigación. Contacté personalmente con varias señoras que lo habían conocido: Cora Blyth de Portillo, que había sido vecina y amiga; Mabel Marañón; Elizabeth Aldabaldetrecu, la más joven del equipo de la agencia de Chaves, que costeó su banquete de bodas; Amelia Montero, la secretaria de Salazar Chapela, del grupo de amigos del exilio; Teresa Magal, que trabajó para la agencia hasta su disolución... Supe que, a su muerte, Chaves habitaba un piso en Woburn Place, en Bloomsbury; que se había sometido a una operación quirúrgica y que no pudo superarla; que el réquiem se celebró en la iglesia de St. James, Spanish Place, y que una bandera republicana cubría su féretro. Algunas de estas personas conservaban un valioso material que me proporcionaron: fotos del sepelio, de la despedida del duelo, de los asistentes. Habían acudido, según el testimonio: el padre Alberto Onaindía, que ofició la ceremonia religiosa; embajadores de México (A. Rosengweg Díaz), de Brasil (J. Motriz de Aragâo), de Colombia (J. Jaramillo Araujo) y Chile (J. M. Bianchi); miembros del cuerpo diplomático de varios países latinoamericanos (Botero, de Colombia; Márquez Ricaño, de México; Paz Castillo, de Venezuela; ministros de Cuba y de la República Dominicana; personal del equipo: A. Sala -abogado catalán, refugiado-, Luis Gabriel Portillo, Mac Ewen, Frances Kaye -secretaria de Chaves-, Llovet -empleado de la BBC-, Duperier, Álvarez Buylla). No había nadie de la familia. Su mujer y sus cuatro hijos intentaban sobrevivir refugiados en El Ronquillo. Allí supieron la noticia por José, el hermano de Manuel.

Aparecieron obituarios en periódicos y revistas de todo el mundo: The Times, La Nación (Buenos Aires), Evening Standard, The Manchester Guardian, entre otros. En España no apareció ninguna. Tan sólo se acordó de él el Tribunal para la Represión de la Masonería y el Comunismo, que lo condenó en rebeldía a 12 años de reclusión e inhabilitación absoluta y perpetua, ocho días después de su muerte, que ocurrió el 8 de mayo de 1944.

En mayo de 2010 visité de nuevo Londres, para revisar esta vez material en los Archivos Nacionales de Kew. Cada día pensaba acercarme al cementerio, próximo a los Archivos. Por fin un día decidí hacer el camino, a pie, y llegué primero hasta el registro: en efecto, volví a hacer la comprobación. Fue enterrado en el cementerio de Fulham (North Sheen y Mortlake en Richmond, Kew, cerca de Londres) el día 11 de mayo de 1944. Así figura en el registro. Tumba CR19. El espacio sigue vacío entre dos enterramientos, junto a la lápida que recuerda a su vecina de la izquierda, Kate Churchman. Y el árbol frondoso que le daba sombra ha sido talado a ras de tierra.

En uno de esos días de hemeroteca en Colindale, cuando la decepción de la búsqueda inútil nos lleva a mover los periódicos hacia atrás y hacia adelante, en una especie de ebriedad, en un gesto mecánico y casi somnoliento en el aprovechamiento del tiempo que queda para cerrar, a la búsqueda desesperanzada de alguna otra noticia, me puse a hojear El Tiempo de Bogotá de enero de 1944. Y encontré un último artículo firmado por él. Hablaba de la vida en Inglaterra de Francisco Antonio Zea, líder civil de la independencia colombiana, amigo y consejero de Bolívar, revolucionario, humanista y embajador de Colombia en Europa, que acabó sus días en la ciudad balnearia de Bath, a donde se había desplazado Chaves siguiendo sus huellas. Cuenta el periodista que llegó Zea a la ciudad inglesa desengañado de la política, enfermo de cuerpo y espíritu. Su mujer y su hija estaban en París y fueron llamadas en el último momento, pero no llegaron a tiempo de servirle de compañía. "La colocación de la lápida en su tumba quedó aplazada y, luego, el tiempo, las circunstancias familiares difíciles y el descrédito político que se abatió injustamente sobre la gran figura, dejaron incumplido este piadoso y elemental deber".

Chaves habla de Zea, pero podría hablar de sí mismo, tres meses antes de que la historia se repitiese con él paso a paso. Tampoco se puede saber dónde está la tumba de Zea, aunque, como apunta el periodista, "no es aventurado suponer que en el espacio comprendido entre los dos sepulcros con lápida señalados en el registro tiene que hallarse el lugar preciso donde reposan los huesos del gran colombiano". Y de la misma manera, también fue preciso a Chaves buscar referencias a la muerte de Zea en la prensa escrita, que encontró en el Bath Chronicle. "Sólo unas obras de excavación podrían dar la certidumbre (…) Aquí murió, aquí fue enterrado y ni una sencilla lápida queda para recordar su paso y señalar el lugar donde reposan sus cenizas", apunta de Zea Chaves Nogales. Podría valer para sí mismo.

En este paralelismo premonitorio de un periodista que cuenta de otro como podría contar de sí, el colofón del relato sobre Zea acude a nuestra atención: "Como en Inglaterra todo tiene un fuerte sentido de continuidad y el ayer no llega a ser nunca absolutamente inactual, la investigación histórica toma fácilmente el aire de un reportaje de actualidad".

domingo, 20 de mayo de 2012

Introducción de Juan Belmonte. Maribel Cintas


Maribel Cintas, investigadora de la vida y obra de Chaves Nogales, ha tenido la amabilidad de enviarnos la introducción al libro Juan Belmonte que escribió para la Editorial Renacimiento. La incluyo en el blog porque no todas tenemos esta edición y me parece tan buena como el libro en sí.



INTRODUCCIÓN

A Josefina Carabias, que mantuvo la luz de Chaves Nogales
El Belmonte de Chaves Nogales
Juan Belmonte, el triunfador del mundo y de sí mismo. 
En los altos de la editorial Rivadeneyra, en la Cuesta de San Vicente, de Madrid, las rotativas no suenan hoy, día de descanso para el personal del periódico Ahora. En la casa en calma se oye la voz de Chaves, que dice a Ana, su esposa: “Niña, saca jamón, que viene Belmonte”. Poco después se oyen las risas de los dos, la voz del torero, que relata, y los comentarios del periodista. El diario Ahora, del que Chaves Nogales es redactor jefe, ha propuesto a los lectores que contesten a una pregunta: “¿Recuerda usted cómo era la vida en España en los principios de siglo?” Así cuenta el propio periodista su intención:
Andaba hace tiempo arrastrando una preocupación puramente literaria: la de recoger algo que hasta hace poco era lo más sustancial de la vida española y que súbitamente se ha perdido; el ambiente denso en que el español de hace treinta, cuarenta años se movía; el gesto, el ademán, la actitud de ese mismo español castizo auténtico que a comienzos de siglo era la expresión de un modo de ser nacional y que repentinamente desaparece, se lo traga la tierra. 
Estamos en los días finales de 1934, en los más difíciles momentos de la Segunda República. La Revolución de Octubre ha desestabilizado la ya frágil convivencia nacional y el ambiente social está alterado por los conflictos que vive el país. El torero Juan Belmonte ha contestado a la pregunta con algunos apuntes que han llamado la atención de Chaves. Ya antes le habían resultado interesantes los criterios mantenidos por el torero en torno a temas candentes (los pistoleros, el comunismo, la Reforma Agraria, el sindicalismo) en la entrevista que para Estampa le hizo Vicente Sánchez-Ocaña en 1932. Chaves trabajaba en ese momento para el diario Ahora, declaradamente centrista, y el propio periodista se había autodefinido como “pequeño burgués liberal”.
Ambos, periodista y torero, se conocían personalmente, habían coincidido en tertulias; pero este encuentro para intercambiar opiniones con vistas al reportaje que Chaves piensa componer los une en sentimientos y querencias comunes. Se entienden bien, el torero ya consagrado, de vuelta de revolcones y cornadas, y el periodista, avezado en el reportaje, que concibe la labor periodística como un trabajo de respuesta a interrogantes que subyacen a la noticia, como un servicio de explicación de la realidad con aportación de elementos interpretativos y clarificadores; si además ello se puede hacer desde el texto ameno y bien escrito, mejor.
Chaves es experto en este tipo de trabajos, ya que algo similar ha sido el que apareció en Estampa el año anterior, El maestro Juan Martínez que estaba allí, relato novelado de lo que fue la Revolución Rusa de 1917, realizado a partir de largas conversaciones mantenidas por el periodista con un bailarín de flamenco que la vivió y con el que también se entendió a la perfección. En ambos casos los personajes reales cuentan en primera persona sus experiencias en sendas revoluciones. Martínez fue el ser real que relata qué es una revolución y los daños que acarrea. Belmonte cuenta su vida en el momento más conflictivo de la Segunda República. Chaves, periodista, se sirve de estos seres interpuestos, triunfadores ambos en la vida en sus respectivos campos, para contar lo que él mismo piensa de la revolución social, tan de actualidad en el momento.
Como decimos, se vivía entonces en España una situación conflictiva y difícil. El Gobierno de la Segunda República se veía fuertemente presionado por la falta de entendimiento entre los españoles y por la radicalización de las posturas de las izquierdas y las derechas extremas, que culminaron pocos meses después en las elecciones de febrero de 1936 y llevaron al declive y final de la experiencia republicana y la Guerra Civil. Aunque Chaves es el autor del relato biográfico, el periodista no aparece en él. Juan Belmonte, matador de toros; su vida y sus hazañas es una narración en primera persona que, en ocasiones, incluso ha pasado por autobiográfica: “este libro es le relato de la vida del torero contada por él mismo”, decía el anuncio en prensa de la aparición de la serie. El hecho curioso es que, desde el primer momento, biografiado y biógrafo se entendieron a la perfección. No faltaban motivos para ello, ya que ambos habían nacido en Sevilla, Belmonte en 1892, Chaves en 1897, y en calles próximas, Ancha de la Feria y Dueñas, respectivamente. Con seguridad ambos frecuentaron en la infancia ambientes distintos en razón a la diferente extracción social: el padre de Belmonte era quincallero, el de Chaves era redactor de El Liberal de Sevilla, autor dramático de cierto éxito y Cronista Oficial de la ciudad. Hay algo, sin embargo, que los hermanó desde el primer momento; pudo ser el carácter observador y analítico de ambos, la confianza en el ser humano al que veían capaz de superarse y progresar, la coincidencia de los dos en el hecho de afrontar la vida como una trascendencia ligera, como algo que no hay que tomarse demasiado en serio, aunque haya que vivir con toda la carga de responsabilidad que conlleva ser dueño del propio destino. Incluso pudo unirlos el hecho de evocar la Sevilla de la infancia, cuando ambos vivían en Madrid desde tiempo atrás, con la nostalgia sevillana que tal situación les reportaría. El caso es que Belmonte contó a Chaves su vida, los avatares de su existencia, y le descubrió los entresijos de su corazón. Y Chaves relató por escrito lo contado, con tal perfección, que no se sabe dónde acaba de hablar uno y empieza el otro.
Chaves Nogales pertenece al grupo de los escritores que no se separan de la realidad, ni incluso cuando la novelan; que la rastrean y la siguen a ras de suelo. Es más, para Chaves, el único objeto del periodismo es observar la realidad y contarla, contar lo que pasa en la calle (que no los eventos consuetudinarios que acontecen en la rúa); constata que los grandes acontecimientos no surgen por generación espontánea ni separados del ser que alienta en sus entornos. Es un periodista dotado de una gran sensibilidad, pero incapaz de entender el arte por el arte según propia confesión. Ha adivinado al hombre tras la contestación a la encuesta del periódico. Y sabe que tiene un gran tema: porque tiene un gran hombre, porque al pueblo le encantan los toreros y porque necesita un mensaje de calma y sosiego para templar los ánimos en una España conmocionada, dividida y asustada ante el odio de hermanos que se está instalando en su territorio. Al contar su vida un torero famoso, se ponen de evidencia conexiones ideológicas profundas con el autor y con otros muchos intelectuales pequeño-burgueses que deseaban transmitir un mismo mensaje de mesura, no revolucionario, no extremista, ante los acontecimientos históricos de la España de 1935.
Belmonte no hace declaración expresa de ninguna ideología política. En un momento histórico en que los españoles se organizaban en uno de los dos sectores ideológicos que dividían el país, Chaves elige a Belmonte como símbolo del hombre que, habiendo salido de la nada, del pueblo, ha luchado contra todos los obstáculos y se ha hecho a sí mismo. Ha triunfado en la vida a través de su oficio, de su arte. Cuando murió Belmonte, decía la nota necrológica del periódico La Nación (9 de abril de 1962) que en 1917, en el Montepío de toreros, Belmonte consiguió unir en un solo grito de admiración ante su faena al Rey, los monárquicos y los republicanos que asistían a la corrida. Y ese es para Chaves su gran mensaje: Belmonte es el hombre que ha realizado la única revolución posible, la de su vida personal a través de su oficio o su arte. Y decir esto es decir mucho en la España de 1935.
Organización de la obra 
Juan Belmonte, matador de toros; su vida y sus hazañas se publicó por primera vez en la revista Estampa de Madrid. Esta revista formaba parte, junto a otras publicaciones, entre ellas el diario Ahora, de la editorial Rivadeneyra, propiedad de Luis Montiel.
La revista Estampa, creada en 1928 y con un formato que pretendía satisfacer las exigencias de la mujer moderna, culta e interesada por lo que ocurría a su alrededor, acogió la firma de interesantes escritores como Gómez de la Serna o Baroja, quien también frecuentaba por estos tiempos la casa de Chaves en la Cuesta de San Vicente. Con abundante información gráfica, Juan Belmonte, matador de toros; su vida y sus hazañas apareció en Estampa en veinticinco capítulos, del 29 de junio al 14 de diciembre de 1935. Cada entrega tenía cuatro páginas. La serie iba ilustrada con noventa y ocho interesantes fotografías originales de actuaciones del torero, muchas de ellas proporcionadas por el propio Belmonte; noventa y ocho ilustraciones de Andrés Martínez de León (1) y veinte dibujos de Salvador Bartolozzi (2). En la presente edición aparecen las fotografías e ilustraciones de la de editorial Estampa, Madrid, 1935.
El periodista introduce al protagonista desde la tercera persona, cuando es muy niño y, tras dar los primeros pasos, acaba dejando que sea el propio Belmonte el que cuente toda su vida. Así que Juan toma enseguida la palabra (desde que pudo tomar la palabra en la vida real), y ya hasta el final va contando en primera persona sus peripecias vitales, para abandonar el relato en el momento de la publicación
 

1. Andrés Martínez de León nació en Coria del Río (Sevilla) en 1895. Se formó en el estudio de la Huerta de Los Remedios, frecuentado por Gonzalo Bilbao, Zuloaga y otros. Dijo de sí: “instintivamente me he considerado periodista del dibujo”. Comenzó exponiendo sus dibujos en un establecimiento de la calle Sierpes, Casa Gil: “desde la romería del Rocío hasta la corrida del día anterior, ambientes de la calle, tipos exclusivamente sevillanos… lo que estaba haciendo, sin darme cuenta, era un diario mural, un periodismo gráfico de primera mano”. Trabajó como ilustrador para El Noticiero sevillano, El Sol, La Voz, El Esfera, Blanco y Negro y ABC. Creó el personaje de Oselito (que “me adivina el pensamiento y chismorrea lo que yo estoy pensando”), con el que va a la URSS para gestionar la celebración de corridas de toros en la Unión Soviética, precisamente cuando ilustraba el libro de Belmonte, por lo que es Bartolozzi el encargado de concluir la ilustración del mismo.Sin estar afiliado a ningún partido político, amigo de intelectuales, apoyó con entusiasmo todas las iniciativas republicanas en contra de la Guerra Civil. Estuvo encarcelado de 1939 a 1945. Murió en 1978. Más sobre Andrés Martínez de León en edición facsimilar de Oselito en Rusia, Azotea, Ayuntamiento de Coria del Río, 1987.2. Salvador Bartolozzi, nacido en Madrid en 1882, alcanzó un gran prestigio como escenógrafo e ilustrador gráfico. Colaboró con El Cuento Semanal, El Libro Popular y La Ilustración Española y Americana. Fueron famosas sus ilustraciones de la serie “Pinocho” para la editorial Calleja, así como “Las aventuras de Pipo y Pipa”, que aparecían en Estampa. A partir de enero de 1931 apareció en Ahora la serie titulada “Daysy, la mecanógrafa fatal”. Murió exiliado en México en 1950.


Utilizando una estructura de relato clásico, Chaves organiza con sencillez el desarrollo de la acción en tres partes: planteamiento, nudo y desenlace, a lo largo de los veinticinco capítulos que conforman el folletín-reportaje, como se le denomina en la publicidad que acompaña su publicación.
La primera parte arranca de los primeros años (Belmonte nació en 1982), hasta 1912, y se relatan las experiencias primeras de la vida de Juan y de la profesión que lo lleva al éxito, por un camino pleno de dificultades, con abundantes escenas costumbristas que se desarrollan en un ámbito geográfico próximo y lleno de sugestiones locales del mejor sabor taurino. No se mueve, desde luego, en la tópica del mundo de la tauromaquia, aunque sí en la conjunción de elementos y lugares tradicionales de esa tópica: la primera impresión causada por la muerte de un torero, Espartero; los puestos de quincallería, las mujeres algabeñas que se pasean por la escena, la primera herida, la escuela, la muerte de la madre, el café, los amigos, la vocación, la forja de su personalidad humana y los presupuestos básicos sobre los que se fundamenta el toreo de Belmonte.
La segunda parte transita por el camino de la formación del torero, del éxito nacional al internacional, de Sevilla a Nueva York; los grandes acontecimientos personales, con matrimonio afortunado y brillo social por relevancia de lo económico; el mundo del toreo, la gloria, el amor, las mujeres, Belmonte íntimo y Belmonte ante el mundo; sus amigos intelectuales, las tertulias…; años de triunfo que van de 1913 a 1920.
La tercera parte, el desenlace, va de 1920 a 1935 y es la etapa de la plenitud del torero y la muerte de Joselito, el amigo en la vida y rival en los ruedos; se relatan conflictos políticos que se viven en España y se exponen las conclusiones teóricas sobre el mundo del toro.

Juan Belmonte y su ambiente.
Como dijimos más arriba, en junio de 1935 la situación en España era conflictiva, la España republicana estaba asediada por mil problemas acuciantes: había huelgas, manifestaciones callejeras, gente armada, hambre y pobreza. Desde las paginas de los diarios, los Consejos de guerra, las condenas a reclusión perpetua, la incoación de procedimientos criminales nos hablaban de una situación difícil para el Gobierno legítimamente establecido, que había de acudir en todo el territorio nacional a sofocar los fuegos ideológicos que mantenían la vida nacional al borde del enfrentamiento civil.
En este duro panorama hace su aparición en la prensa nacional el relato de la vida de un niño que vivió en la Sevilla de principios de siglo en la calle Ancha de la Feria:
 Juan es un niño atónito, que cuando asoma por las tardes al portal de su casa con el babadero cosido y limpio, llevando en las manos la onza de chocolate y el canto de pan moreno que le han dado para merendar y contempla el abigarrado aspecto de la calle desde la penumbra del zaguán, se siente sobrecogido por el espectáculo del mundo y se queda allí asustado, sin decidirse a saltar el arroyo.
  A partir de aquí, el lector se siente atrapado por la belleza de la historia de un torero que acaba de cortarse la coleta, pero que hasta ese momento ha llevado a España de cabeza, a media España (viscerales y sentidos enfrentamientos entre “gallistas” y “belmontistas”), como ocurre casi todo en este país. Y Sevilla es una ciudad acostumbrada a las dualidades: se es de Sevilla o de Triana, de Belmonte o de Joselito, de la Macarena o de la Trianera, de izquierdas o de derechas (bolchevique o cavernícola), del Betis o del Sevilla.
En una historia llena de bellas reflexiones, el lector aprende enseguida que “los que no se asustan en una calle como aquella y a fuerza de heroísmo la dominan, podrán dominar el mundo”. Porque el motivo del relato, la España de treinta años antes, se presenta en la descripción de una calle emblemática, ejemplar, la calle Ancha de la Feria, calle popular, llena de tipismo y desgarro, calle que aún hoy, un siglo después, sigue concentrando situaciones similares. Es una calle como tantas otras del mundo, las hay semejantes en París, en Londres, en Moscú (Chaves las ha visitado, por ello habla con conocimiento), pero que al ampliar su ámbito a la ciudad se hace peculiar y significativa, con el primer recuerdo de un niño, aunque este recuerdo ya no es habitual en otras ciudades semejantes: la muerte de un torero y la conmoción popular que este hecho acarrea.
Esta calle pasa a ser un elemento fundamental en la estructuración personal del torero que, inmerso en un ambiente costumbrista, se presenta no obstante como un elemento característico, alejado de tópicos y ejemplar en el mundo de la torería. Mundo que, por otra parte, era tan fundamental en la sociedad del primer tercio del siglo XX como puede serlo hoy el mundo del fútbol.
Dos son las causas que hacen posible el desarrollo de la acción del relato: la sociedad pobre en la que Juan pasó su infancia y las tradiciones de la ciudad de Sevilla. Como si de una avanzadilla se tratara, vamos viendo variar el ámbito geográfico de las calles, que se amplía a medida que el niño crece y se mueve por él: calle Feria, Alameda de Hércules, traslado familiar a Triana, calle Castilla, Altozano, Pureza, calles llenas de tipismo, escenario adecuado para que prenda en él el germen de la torería de forma natural. Y del mismo modo, del ambiente pobre de la casa familiar pasamos al costumbrismo de las quincallas, a la muerte prematura de la madre, a la escuela preinstitucionista, hasta llegar a la calle Sierpes, centro de la ciudad, con sus casinos, tertulias, cafés y tabernas; el mundo abigarrado de los limpiabotas, los señoritos, los tratantes de ganado; ganaderos ricos, políticos influyentes en la vida sevillana, que se reúnen en la Peña Liberal, el Café Central, el Café Nacional, Gran Café de París, y los más populares Café América y Café Madrid.
Pero si bien calles similares a la calle Feria las hay en otras muchas ciudades del mundo, el hecho de pertenecer a la ciudad de Sevilla le confiere aspectos que la caracterizan y permiten que en ella se den frutos como Juan, producto especial de una ciudad que presenta unos rasgos muy peculiares. Estos rasgos más significativos de la ciudad en los que coinciden Belmonte y Chaves, y que conforman una teoría sobre esa misma ciudad de Sevilla, son varios; en primer lugar el hermetismo:
Sevilla, aunque parezca inexplicable, es así: una ciudad hermética, dividida en sectores aislados, que son como compartimentos estancos. Por lo mismo que la vida de relación es allí más íntima y cordial, los diversos núcleos sociales, las tertulias, los grupos, las familias, las clases, están más herméticamente cerrados, son más inabordables que en ninguna otra parte. En Sevilla, de una esquina a otra hay un mundo distinto. Y hostil a lo que le rodea.
Sevilla era también entonces una ciudad que se movía entre la tradición y la modernidad y que era capaz de permanecer impasible entre ambos opuestos. La endogamia, el ensimismamiento y la vanidad de sentirse especiales por ser nacidos en esta ciudad son otros de sus rasgos esenciales. Rasgo este último que lleva a Belmonte a exclamar en un rapto de nostalgia en la ciudad de Nueva York: “… y es un orgullo ser hombre y pasear por una calle como aquella y vivir en una ciudad así. Pero aquí, en Nueva York, donde un hombre no es nadie y una calle es un número ¿cómo se puede vivir?”.
Pero, por otro lado, el provincianismo de que hacen gala los personajes se contrarresta con la consideración de la añoranza de la tierra que llega a sentir el torero y que el periodista comprende. Sólo desde un entendimiento total entre dos sevillanos es posible el análisis irónico y apasionado de aspectos característicos del carácter andaluz: la superación del provincianismo, la timidez, la complicada casuística flamenca de la hombría, la nostalgia de la tierra cuando se está lejos o el disfrute del triunfo, que es triunfo pleno tan sólo cuando puede disfrutarse en Sevilla.

Teorías que se defienden en la obra
Ni el biografiado era un torero al uso, ni el biógrafo dejó pasar por alto todos los aspectos que hacen de Belmonte un ser lleno de humanidad y un torero de primer orden. Cuando Juan Belmonte aparece en el panorama taurino, hacia 1912, el espectáculo vivía momentos de esplendor. Los toreros de fama eran auténticos héroes, sus vidas privadas y sus hazañas en la plaza estaban en boca de todos.
Los toreros oficiales en el tiempo en que Belmonte empezaba a ser conocido eran Bombita y Machaquito, pero su ídolo personal era Antonio Montes. Y en la Sevilla del momento había dos clases de toreros: los oficiales, pintureros, buenos mozos, rumbosos y generosos, vestidos a la moda aunque de forma peculiar, y con una clientela que les iba siempre a la zaga cuando se reunían con los empresarios en los cafés de la calle Sierpes. Los toreros de Triana, estirpe de Belmonte, eran desarrapados, muertos de hambre, anarquistas, dispuestos a “despreciar los valores aceptados, desdeñar las categorías establecidas y romper altivamente con el complicado edificio taurino”. Frente a la torería oficial, Belmonte y sus amigos se formaron en el campo. El campo, no los tentaderos, era el ámbito de su aprendizaje, solos los torerillos frente al toro y sus guardianes, indefensos en la noche oscura, desnudos para no estropear la ropa y en silencio para no alertar a los guardas que vendrían a interrumpir las faenas: “Fueron las circunstancias las que me hicieron torear como toreo”. Ese toreo temerario de Belmonte que siempre llamó la atención de los críticos, pegado al toro y sin perderlo de vista, fue motivado por las circunstancias de oscuridad y furtividad que obligaban la faena cuando en las noches de Tablada los torerillos del Altozano aprendían en sus propias carnes todas las teorías sobre el terreno del toro y el terreno del torero, que servían de tema polémico a los aficionados y empresarios que llenaban los cafés y tabernas de Sevilla. Belmonte fue un revolucionario en el mundo del toreo:
Yo no sabía entonces si aquella repugnancia mía por la torería castiza era sencillamente una reacción elemental de orgullo o si realmente respondía a una convicción revolucionaria que me llevaba a combatir desde el primer momento los convencionalismos del arte de torear.
Frente al aprendizaje oficial de capeas, tentaderos y clientelas, Belmonte y sus amigos emprendieron un camino peculiar, como “enemigos del orden establecido, los clásicos anarquistas”, que preferían hacer el aprendizaje “en pleno campo, a solas con el toro y las carabinas de los guardas”.
Cuando llegó el éxito, sus opiniones se salían del patrón de la normalidad:
Tengo que insistir en mi convicción de que el toreo es fundamentalmente un ejercicio de orden espiritual y no una actividad meramente deportiva (…), y que necesita el ambiente propicio que para producirse exige todo arte.
Celoso con su vida privada, capaz de declarar sin rubor que “el miedo no me ha abandonado nunca. Es siempre el mismo. Mi compañero inseparable”, el Belmonte de Chaves Nogales es un ser cargado de humanidad, sabiduría, poesía y autenticidad:
 Para mí, la representación exacta del toreo es una plaza de pueblo abarrotada de feriantes con largos blusones y caras congestionadas que vociferan en los tendidos, injuriándome como energúmenos: pelear con una mala bestia resabiada en ese ambiente denso de pasión y encono es para mí la verdad del toreo.

El tema taurino en la novela
Las novelas de tema taurino ocuparon un destacado lugar en el mundo de la novelística del primer tercio del siglo XX. Pero en el mundo de los relatos de tema taurino, o que tienen a un torero por protagonista, no en el mundo de la literatura. Y no es que queramos para la literatura un estatus elitista, sino simplemente un ámbito en el que la forma se haga perdurable en sus valores y sea sustento de un contenido trascendente y revalorizador del ser humano.
Las aventuras vitales de los toreros, sus ambientes, costumbres y peripecias eran del mayor atractivo para los lectores. Las novelas de la torería triunfaban en España por obra de escritores consagrados (Sangre y arena, de Blasco Ibáñez; El torero Caracho, de Gómez de la Serna), de autores costumbristas (Luna y sol de Marisma, de José Mas) y de otros de segunda fila y gran éxito (Currito de la Cruz, de Pérez Lugín; El embrujo de Sevilla, de Carlos Reyles; La mujer, el torero y el toro, de Alberto Insúa). Siguiendo casi siempre un esquema preestablecido de pobreza de cuna, dureza de vida en un ámbito altamente costumbrista y folclórico, triunfo en el mundo del toro y matrimonio que permite subir en la escala social, el relato convertía a los protagonistas en modelos a imitar y se elaboraba un fondo paisajístico lleno de color y tipismo capaz de conmover los resortes más profundos del sentir patrio. Y Andalucía se mostraba en estas novelas como espléndido telón de fondo lleno de peculiaridades.
Las hazañas taurinas de Belmonte contadas por Chaves Nogales son de otro signo. Chaves no era aficionado a la fiesta, nunca presenció una corrida de toros ni se sintió conmovido por aquellos espacios de tipismo costumbrista. Al periodista le interesaba, eso sí, la ciudad como espacio en el que se forjan los individuos, y los individuos que se enfrentan a un medio, a veces hostil, y lo superan. Y la calidad humana de Belmonte le sorprendió. Fueron muchas horas de charla entre ambos, de intercambio de puntos de vista, y surgieron conexiones en la visión de los espacios, los hechos y los individuos que conforman colectivos y hacen rodar la historia.
Por su parte, Belmonte no era igual que los otros toreros. El hombre Belmonte tenía la entidad suficiente como para despertar la curiosidad de un periodista que, en el cenit de su esplendor laboral, lo elige como modelo de ser humano capaz de enfrentarse a un destino adverso y superarlo, logrando con ello el gran cambio que necesitaba la España de 1935.
Ni por su aspecto físico, ni por su aprendizaje, ni por su forma de torear, ni siquiera por su manera de vivir el triunfo, Belmonte puede ser considerado integrante del grupo de los toreros modélicos. Decía de sí mismo, en el plano físico, que era inseguro, tímido, poco brillante, torpe de expresión, huraño, cohibido, oscuro, pobre, triste, fatigado, poca cosa, lejos pues del héroe triunfador. En su trato con las mujeres se presentaba hosco, tímido, lejos también del torero avasallador y deslumbrante al que la moda había acostumbrado a los aficionados. Nada había en él que lo colocase a la cabeza de la lista de toreros tradicionales.
Por otro lado, el torero de baja extracción social estaba siendo contestado con la aparición de otro tipo de torero más elitista en su cuna y entorno, capaz de ser asimilado -y exaltado-por la clase intelectual que, en el momento de la aparición de Belmonte, estaban más próximos a los planteamientos ideológicos que pedían acabar con la fiesta. Tal era la postura de la Institución Libre de Enseñanza, de los regeneracionistas encabezados por Joaquín Costa, de Antonio Machado, Baroja y Benavente, de Ramón y Cajal y Eugenio Noel, que tras despotricar de la fiesta española, acabaron cantando sus bellezas por la acción de Juan. Dice Vicente Zabala en Grandes maestros del toreo: “A Belmonte hay que atribuirle el soberbio viraje de los intelectuales y de toda la afición, que ya ve la fiesta de otra manera. Las corridas de toros han dejado de ser un bárbara lucha para suavizarse y derivar por los senderos del arte”.
Belmonte deja preparado el camino para el paso del arte del toreo al mundo del arte literario. Cuando llega Ignacio Sánchez Mejías, el otro torero intelectual que reúne en sus dominios a los escritores del 27 y hace circular por sus escritos los elogios a la torería, ya Juan ha allanado los obstáculos con su estilo rebelde, anarquizante, disidente y rompedor. Y ha sentado las bases de una nueva teoría del toreo.

Belmonte, intelectual
Josefina Carabias (3), periodista y discípula confesa, por cierto, de Chaves Nogales, comenta en el epílogo de la edición de Alianza que Juan Belmonte, según Paco Madrid, era una ‘rareza’:  
¿Qué dirá usted que llevaba, cuando era novillero, entre las espuertas con los trastos de torear? ¡Pues otra espuerta llena de libros! Leía en el tren, en las posadas de los pueblos, en las enfermerías de las plazas y hasta en los calabozos, donde alguna vez nos metieron ciertos alcaldes feroces. Muchos se empeñaban en que a Juan le habían hecho ilustrarse los escritores que empezaron a encapricharse por aquel toreo tan raro que hacía él y que, al principio, no convencía más que a la ‘chusma’ y a los intelectuales. Pero diga usted que eso no es cierto. Antes de tratarse con ningún intelectual, Juan Belmonte lo era ya de vocación. Lo primero que hizo en cuanto empezó a ganar dinero fue comprarse una biblioteca y poner cuarto de baño. Nunca se ocupó de tener buena ropa ni alfiler de corbata. Pero un torero más bañado y más leído no lo hubo ni lo habrá.
 En el libro de Chaves hay recurrentes alusiones al interés de Belmonte por los libros o a su relación de amistad con los intelectuales. Ya desde que era un niño podemos observar en él ciertas peculiaridades. En la escuela preinstitucionista a la que asistió en su infancia, Belmonte vive el hecho de acudir a ella como un castigo, era tal la opción que toma su padre a la vista de que el chico va deslizándose con fuerza creciente por el mundo de las golferías, al quedarse huérfano y desvalido. La experiencia de esa escuela no pudo ser más negativa y el ambiente más descorazonador:
Me mandaron a la escuela como castigo. Era, de verdad, un castigo aquel caserón triste, con aquellas cuadras húmedas y penumbrosas y aquellos maestros malhumorados, en los que no suponíamos ningún humano sentimiento (…). Frente al maestro teníamos una actitud hostil y desesperada de alimañas cautivas.
(3) Josefina Carabias (Arenas de San Pedro (Ávila), 1908, Madrid, 1980). La autora del epílogo de la edición del Belmonte de Alianza fue una conocida periodista que comenzó su actividad en la revista Estampa, pasando luego a La Voz, Ahora (donde fue cronista parlamentaria), El Sol, Crónica y Mundo Gráfico. En Ahora coincidió con Chaves Nogales y junto a él formó parte del grupo de Azaña, Los que le llamábamos don Manuel, como ella tituló esta etapa. Casada con José Rico Godoy, su hija Carmen, también periodista, nació en el exilio en Francia. En 1948 pudo volver a España y comenzó a trabajar para Informaciones, periódico del que fue corresponsal en Washington, y más tarde para Ya, donde publicó sus crónicas bajo el título “Escribe Josefina Carabias”.

Porque no fue la escuela, sino la calle, el ámbito de desarrollo de sus incipientes capacidades “poéticas”, por llamar de alguna manera a su habilidad juvenil para contestar en verso a Juan Verraco, tipo sevillano.
Su interés por la lectura le vino a Belmonte del deseo de vivir situaciones de riesgo. En su adolescencia, influenciado por unos amigos tipógrafos de Triana, leyó con verdadera fiebre libros de aventuras y quiso emular las hazañas del capitán Salgari, Sherlock Holmes, Arsenio Lupín y Montbars el Pirata, llegando a escaparse de casa y vivir arriesgadas aventuras.
Más tarde, ya en Madrid, entró en contacto con los intelectuales, llegando a descubrir a través de las diferencias de estilo y lenguaje una extraña semejanza entre aquellos artistas y escritores de espíritu rebelde y los anarquistas de la pandilla de Triana. Tuvo relación con Julio Antonio, Romero de Torres, Valle Inclán, Pérez de Ayala, Enrique de Mesa, Sebastián Miranda, Dicenta, Répide, López Pinillos, Luis de Tapia, Eugenio Noel, entre otros. Incluso alude en el libro a un verso de Rubén Darío, “aire suave de pausados giros”, para explicar un pase. Y, sobre todo, cuenta la impresión honda que le causó la frase de D´Annunzio “El peligro es el eje de la vida sublime”, frase que lo tuvo obsesionado un tiempo.
En febrero de 1929, en una fiesta benéfica de la Unión de Dibujantes, Sirio hizo un dibujo del torero y Jardiel Poncela una semblanza que concluía así: “Su sangre, que es la misma que nutriera a los moros, / le empuja al dinamismo y le agita y lo inflama; / y  acaso cuando deje de luchar con los toros / se encierre en su despacho… para escribir un drama”. Incluso dentro de las veleidades artísticas se le atribuyó la dirección de un documental sobre la cría y vida del toro titulado “Del prado a la arena”, estrenado en julio de 1933.
Ya mayor, cuando retirado de los ruedos llevaba una vida tranquila en su finca “Gómez Cardeña”, que alternaba con las tertulias de “Los Corales”, en la calle Sierpes, iba de vez en cuando a Madrid o salía fuera de España. En esos viajes era normal verlo por las librerías o asistiendo a conferencias de sus amigos intelectuales.

Éxito de la obra
El reportaje novelado sobre la vida de Belmonte tuvo un gran éxito. Se había anunciado en Estampa con una foto del personaje a toda página y un pequeño texto propagandístico en el que se declaraba:
 El gran torero ha dictado sus `memorias´ a Manuel Chaves Nogales con tan íntimo acento, tan desacostumbrada sinceridad y tal fuerza narrativa, que esta novela de la realidad será indiscutiblemente uno de los folletines más intensos, emocionantes y sugestivos de la vida española en los últimos treinta años. 
 Y en efecto, el texto encandiló a los lectores. Estos sabían de qué hablaba el relato, seguían los acontecimientos taurinos y se sentían comparsas de aquel gran espectáculo que empezaba a entrar en los ámbitos de la perdurabilidad literaria. En una interactividad infrecuente en la época, haciendo suyo el relato, los seguidores enviaban cartas a la redacción aportando datos, ampliando detalles, recordando episodios omitidos, o rectificando hechos narrados. Las notas de la redacción les daban su lugar a estos cronistas celosos de la más estricta verdad:
Pero como no es posible volver a cada paso sobre lo escrito, tenemos que privarnos de ese rico caudal de datos sobre la vida del torero que la masa de lectores nos brinda. Queremos y debemos sin embargo, recoger alguna rectificación que se nos pide. Tal la que solicita de nosotros José Sánchez, hijo del que aparecía en el relato con el sobrenombre del Niño del buzo, propietario de una fonda de la calle Echegaray, de la que se hablaba en estas Memorias acaso con excesiva desconsideración. A la fonda del Niño del buzo, conste así, acudían muchas personas honorables, en lo que cabe, y el simpático fondista, que había sido realmente torero y no mero aspirante como decíamos, fue un honrado industrial que no soñó nunca con ser bandolero ni contrabandista. Así nos ruega lo hagamos constar su hijo. También el Niño de Elena, guarda de Tablada y hombre serio y formal, aparecía en otro episodio como un tipo de matón lamentable. El hecho cierto y comprobado de haber vivido en la Macarena por aquel tiempo otro individuo apodado también el Niño Elena, que era específicamente lo que se llama “un guapo de barrio”, es lo que ha dado lugar a la confusión que don José Elena, hijo del guarda de Tablada, nos ruega aclaremos.
Y en otra nota se aclaraba:
El matador de toros Diego Mazquiarán Fortuna se ha sentido molesto por una alusión a las locuras y extravagancias con que se divertían en sus viajes a América Belmonte y los toreros que con él iban, el propio Fortuna entre ellos. Cree ver el torero bilbaíno en las palabras que poníamos en boca de Belmonte algo que puede perjudicar a su seriedad, a la corrección de su conducta y a la formalidad y cordura con que normalmente se produce y, ante esta interpretación personal, aunque nos parece un poco puntillosa y sin ningún fundamento, nos creemos en el caso de hacer constar que ni por nuestra parte ni por la de Juan Belmonte ha habido en ningún momento el propósito de decir nada vejatorio para el excelente torero bilbaíno, cuya vida, tanto taurina como privada, tenemos una gran satisfacción en declararlo, no permite suponer en él ninguna extravagancia ni incorrección.
El éxito en prensa posibilitó que se editara en libro en el mes de diciembre y, costumbre de la época, el mundillo intelectual ofreció a Chaves un homenaje, cena y palabras de elogio incluidas, al que Belmonte no asistió, excusándose en que deseaba que todo el éxito fuese para el escritor. Asistieron al acto personajes destacados del mundo literario: Ortega y Gasset, Azorín, Ramón Gómez de la Serna, Luis Montiel, Luis de Tapia, Julio Camba, Sebastián Miranda… Por mucho tiempo se creyó que eran las “memorias” de Belmonte, tal milagro de comunicación y complicidad se creó entre ambos. El propio autor manifestó sentirse satisfecho con la perdurabilidad del personaje y la desaparición del autor:
Y cuando algún erudito de otro siglo descubra que estas Memorias fueron un libro popular y halle una edición que aún ostente mi nombre al frente, aspiro sencillamente a disfrutar de esa gloria discreta y regateada de aquel Per Abat que signa el manuscrito del poema del Cid. ¿Quién era éste?, se preguntará. ¿El que escribió el libro? ¿El que sencillamente lo manuscribió? ¿El periodista que sacó de él provecho? ¿El editor? ¡Quién sabe!
En ocasiones se ha hablado del interés que tendría para los aspirantes a torero que leyeran, como parte de su formación, esta biografía de Belmonte; que los jóvenes alumnos de escuelas taurinas tuvieran el ejemplo de cómo se forjaba una vocación, esta vocación, en aquellos tiempos de hambre que ya no son los mismos. Pero no sólo los jóvenes aspirantes a toreros sacarían interesantes enseñanzas. También los jóvenes, en general, aprenderían cómo se forja una profesión desde el entusiasmo, el esfuerzo y la entrega. Fue Paco Rabal quien en una entrevista declaró haber regalado a sus hijos el libro de Chaves para que les sirviera de ejemplo en la lucha por la vida.
En efecto, a Chaves no le interesaron los toros, ni los toreros de éxito, ni siquiera el relumbrón de la fama. Le interesaron las personas, la calidad humana de los personajes que retrató. Y ante los seres humanos excepcionales no tenía reparos es esconderse, en desaparecer para así no interferir en ese brillo. Agustín Cerezales, para quien el Belmonte de Chaves es el mejor de los libros del siglo XX (según la encuesta realizada en ABC Cultural el año 1999), decía a este propósito:
En ningún momento deba olvidarse que el autor es Chaves Nogales, y que suya es esa otra música -¡y qué música!-, esa sabiduría con que acierta a retirarse del proscenio, a quedarse quieto y embarcarnos en una prosa que fluye con simple, eficaz y feliz transparencia.
Qué destino el de Chaves, que parece estar determinado a permanecer escondido tras Belmonte, tras la figura del torero. En la edición de London-Toronto de 1937 aparece el título Juan Belmonte killer ot bulls y el subtítulo The autobiography of a matador. El nombre del traductor al inglés se muestra con caracteres mayores que el nombre del autor. Era el traductor Leslie Charteris, el conocido creador del personaje “El Santo”, obviamente de mayor tirón mediático que el periodista español. En la edición de Nueva York de 1939 ni siquiera aparece el nombre de Chaves en la cubierta. Es ésta una edición realizada por Carolina B. Bourland y Edith F. Helman para que sirviera de texto de aprendizaje del español en colegios universitarios americanos y en ella, con textos recortados hasta convertirlos en algo irreconocible, aparecen planos de Sevilla, cuadros aclaratorios, notas, breves biografías de los toreros citados y vocabulario rezumante de tipismo.
He estado en Buenos Aires en enero de 2009 intentando encontrar algunos trabajos de Chaves publicados en La Nación. Incluso en los archivos del periódico ha sido posible encontrar referencias buscando “Belmonte”, en lugar del nombre del periodista. En el periódico bonaerense se publicó en 1935 Juan Belmonte por entregas, a razón de una semanal, con una de retraso respecto a España. La publicación, sin fotografías, apuntaba baja el título: “Su vida, narrada por él mismo y trascrita por Manuel Chaves Nogales”. Belmonte era un torero conocido en América y cuyas aventuras interesaban sobremanera. Pero también Chaves había publicado y volvería a publicar trabajos en aquel diario argentino.
El libro Juan Belmonte, matador de toros, reeditado por Alianza, conoció en 1992 una edición facsimilar a cargo del Ayuntamiento de Coria del Río (Sevilla). Se conmemoraba con ello el primer centenario del nacimiento de Juan Belmonte, bien conocido del público medio. Muchos en Sevilla se preguntaron quién era el autor, Chaves Nogales, escritor republicano muerto en el exilio. Se recuperó al periodista y parte de su obra con la publicación, por parte de la Diputación de Sevilla, de los dos tomos de la Obra narrativa completa, de 1993, y los dos tomos primeros de la Obra periodística, de 2001.
Chaves Nogales y Belmonte quedaron unidos para la historia. Periodista y torero, autor y personaje, parecen unir sus voces para proclamar al unísono las palabras con las que el libro concluye y que evidencian el estado de ánimo con que cada uno de ellos afrontaba cada día el reto de vivir: “La verdad, la verdad, es que yo he nacido esta mañana”.

María Isabel Cintas Guillén. Tomares, mayo de 2009



Ediciones de Juan Belmonte, matador de toros
En prensa:
-Estampa, Madrid, del 29 de junio al 14 de diciembre de 1935.
-La Nación, Buenos Aires, del 12 de julio al 27 de diciembre de 1935.

En libro:
-Juan Belmonte, matador de toros; su vida y sus hazañas, Estampa, Madrid, 1935.
-Juan Belmonte. Killer of Bulls. The autobiography of a matador, translated by Leslie Charteris, Heinemann, Toronto, 1937 (con fotografías e ilustraciones de Andrés Martínez de León).
-Juan Belmonte. Killer of Bulls, Doubleday, New York, 1937. -Juan Belmonte. Killer of Bulls, London, 1937.
-Juan Belmonte, matador de toros; su vida y sus hazañas, Ercilla, Santiago de Chile, 1938.

-Vida de Juan Belmonte, torero, Norton, New York, 1939.
-Juan Belmonte, matador de toros; su vida y sus hazañas, Tauro, México, 1944.
-Juan Belmonte. Killer of Bulls, Bantam Books, New York, 1953.

-Juan Belmonte, matador de toros; su vida y sus hazañas, con epílogo de Josefina Carabias, Alianza, Madrid, 1969, reimpresiones en 1988, 1991, 1995, 1998, 2003…
…-Juan Belmonte, matador de taureaux, Verdier, Lagrasse, 1990.
-Juan Belmonte, matador de taureaux. Biographie, Dijon, Quetigny, 1990.
-Edición facsimilar de Estampa, Ayuntamiento de Coria del Río (Sevilla), 1992.
-Reimpresión edición de Alianza para 6 toros 6, Madrid, 1992.
-Servicio Bibliográfico de la ONCE, “Sistema sonoro”, nº 125.699-12h 59’, Biografía.
-En Obra Narrativa Completa, edición de María Isabel Cintas Guillén, Fundación Luis Cernuda, Diputación de Sevilla, 1993. Reedición en 2009.
.-Juan Belmonte, matador de toros, prólogo de Felipe Benítez Reyes, Libros del
lAsteroide, Barcelona, 2009.
.-Juan Belmonte, editorial Renacimiento, Sevilla, 2009.
                                    

miércoles, 16 de mayo de 2012

OTRO GRANDE QUE SE VA

     Carlos Fuentes escribió sobre la muerte: “La muerte espera al más valiente, al más rico, al más bello. Pero los iguala al más cobarde, al más pobre, al más feo, no en el simple hecho de morir, ni siquiera en la conciencia de la muerte, sino en la ignorancia de la muerte. Sabemos que un día vendrá, pero nunca sabemos lo que es”.
    Carlos Fuentes ha muerto. 
    Hace apenas unos días, en la Feria del Libro de Buenos Aires, dijo:


                                               Hasta siempre. 

domingo, 13 de mayo de 2012

Convocatoria cena

 


 El próximo martes 22 tenemos una cita para comentar el libro “Juan Belmonte, matador de toros”, de Chaves Nogales. He reservado un pequeño comedor que tienen en El Rinconcillo. 

¡Nos vemos a las 9!


¿PRECENA EN EL MUSEO TAURINO DE LA REAL MAESTRANZA
La que quiera apuntarse, que lo diga también en esta entrada. El horario es de  9'30 a 20 horas, y vale 6.50 € 

asistentes cena:
1. Marga
2. Cristina
3. María sur
4. Pilar
5. su invitado
6. Rocío
7. Su invitado
8. Elena
9. M Mar

10. Ángela

precena:
1. Marga
2. Cristina
3. Pilar
4. María sur

viernes, 11 de mayo de 2012

EL DICCIONARIO DE DON TANCREDO

 El Don Tancredo, o la suerte de Don Tancredo 


Era un lance taurino con cierta afición en la primera mitad del siglo XX. Consistía en que un individuo que hacía el Don Tancredo, esperaba al toro a la salida de chiqueros, subido sobre un pedestal situado en mitad del coso taurino.

El ejecutante iba vestido con ropas generalmente de época o cómicas, y pintado íntegramente de blanco. El mérito consistía en quedarse quieto ya que el saber de la tauromaquia afirmaba que al quedarse inmóvil, el toro creía que la figura blanca era de mármol, y no la embestía convencido de su dureza.

 El origen de esta práctica es incierto, si bien hay varias fuentes que afirman que un torero español, natural de Valencia, de poca fortuna y nombre Tancredo López comenzó este espectáculo como un medio desesperado de ganar dinero en las postrimerías del siglo XIX.
El público acogió con entusiasmo la actuación, y poco a poco fue extendiéndose. Normalmente el Tancredo era interpretado por personas desesperadas a la búsqueda de ganar dinero fácil y con poco que perder, ya que eran numerosas las cogidas que se producían.
Así las cosas el Tancredo fue prohibiéndose por las autoridades, y ya a mediados del siglo XX se realizaron las últimas representaciones.
Pág.24. ¡Quietos! ¡Quietos! ¡Haced el Tancredo!

légamo. Cieno, lodo o barro pegajoso.
Pág.22: Chapoteando en el légamo de la orilla…

limo. Lodo, cieno.
Pág.23 ...hasta que la barca se quedaba varada en el limo. 

esquilón. Esquila grande. (Esquila. Cencerro pequeño, en forma de campana)
Pág.23…escandalizaba la noche el esquilón abaritonado de un cabestro

jaque. coloq. Valentón, perdonavidas.
Pág .23 Emprendíamos una retirada estratégica, sin descomponernos ni perder nuestro aire de jaques 

azacanear.  Azacanarse, trabajar con afán.
Pág.27…un honrado obrero carpintero, al que no sé qué vena de locura le llevaba a andar azacaneando con nosotros por cerrados y dehesas.

disanto. (De día santo). Día de fiesta religiosa.
Pág. 28 …y vestido de disanto como estaba, me fui a Tablada a torear.

consumero. Empleado de consumos (impuestos municipales).
Pág. 32….queriendo burlar sigilosamente la vigilancia de los consumeros…

regatón Casquillo, cuento o virola que se pone en el extremo inferior de las lanzas, bastones, etc., para mayor firmeza.
Pág, 32…llevaba un bastoncito, en cuyo regatón había colocado también unos alfileres… 

bigardo. adj. vago ( holgazán)
Pág.33. Buscando a la desesperada una salida, decidí irme con aquel bigardo. 

manijero [también maqnigero] Persona que dirige a un grupo de trabajadores del campo, mayoral, manigero.
Pág. 34…y mi camarada se acercó a la manijera con un trozo de pan…

andorga. coloq. vientre (cavidad del cuerpo de los vertebrados).
Pág. 34…y sólo cuando habíamos llenado la andorga nos dejaba salir por el pueblo. 

fachendoso, coloq. Que tiene fachenda.(Fachenda: Vanidad, jactancia)
Pág. 37. Calderón era, por aquel entonces, un gran tipo. Fachendoso, guapetón, sentencioso… 

chicolear. (Voz onomat.). coloq. Decir chicoleos. (Chicoleo: Dicho o donaire dirigido por un hombre a una mujer por galantería)
Pág. 37. ..con su pantalón ajustado chicoleando a las mujeres que iban a comprar. 

areópago. Tribunal superior de la antigua Atenas/ Grupo de personas graves a quienes se atribuye, las más veces irónicamente, predominio o autoridad para resolver ciertos asuntos.
Pág.37….estuve toreando a placer ante aquel areópago.

"Codillear", en buen romace taurino, es torear despegando poco los brazos del cuerpo, dejando que sean las manos las que actúen casi exclusivamente en la realización de los lances.
El codilleo puede ser producto del miedo o de la ignorancia, en cuyo caso ha de estimarse como un defecto; pero, contrariamente, puede ser consecuencia de la sabiduría y del dominio, y entonces no hay más remedio que aceptarlo como una virtud utilísima en el arte de torear.
El codilleo por miedo e ignorancia entorpece y afea el toreo, pero lo facilita y embellece cuando se ejecuta con la conciencia de su eficacia.
Pág. 38…poco hábil para quitarme los toros de encima y, sobre todo, codillero. Esta fue la sentencia unánime que pesó sobre mí…

de matute.  A escondidas, clandestinamente.
Pág 40...le faltó dinero para uno de los banderilleros, al que metimos en el tren de matute

encalabrinar. coloq. Enamorarse perdidamente.
Pág.78. Era una buena chica, muy joven, que me encalabrinó con su aire modoso….
.
rentoy. coloq. Jactancia o desplante.
Pág. 82….y quienes afirmaron que tal propósito no pasaba de ser un rentoy que yo no podría sostener. 

inconsútil. Dicho comúnmente de la túnica de Jesucristo: Sin costura.
Pág. 84. Convertir la pesada e hiriente realidad de una bestia en algo tan inconsútil como el velo de una danzarina… 

alamar. Presilla y botón, u ojal sobrepuesto, que se cose, por lo común, a la orilla del vestido o capa, y sirve para abotonarse, o meramente para gala y adorno o para ambos fines.
Pág. 84…estaba lleno de pelos del toro, que se habian quedado enganchados en los alamares. 

“escurrir el bulto” Evitar un trabajo o una obligación.
La expresión seguramente procede del ámbito taurino en el que se denomina bulto a la imagen que el toro -animal de pésima visión- tiene del torero. El torero poco diestro, cuando llega el toro, en lugar de embarcarlo en los engaños, “escurre el bulto”, o sea, desliza el cuerpo; de esta acción pudo haber nacido el dicho.
Pág. 85… mi superstición si se quiere, es ésta: no vale escurrir el bulto. 

efugio. Evasión, salida, recurso para sortear una dificultad.
Pág. 87. Por la mañana , el efugio no es tan fácil. 

atalaje. coloq. Ajuar o equipo
Pág. 88. El mozo de estoques va y viene silenciosamente por la habitación mientras prepara el complicado atalaje del torero.

gilé, giley o cuarenta y una. Es un juego de envite con descarte en el que se emplea la baraja española. El objetivo del juego es sumar con cartas del mismo palo el máximo número de puntos posibles.
Pág.90. Después echaríamos una partidita de póker o de giley. 

jaripeo. rodeo (deporte que consiste en montar a pelo potros o reses).
 Pág.94. …galopó como un centauro o poco menos, y nos apabulló luego con sus profundos concimientos del “jaripeo” 

GAZAPEAR. Embestida del toro que consiste en andar, sin cesar, e inciertamente.
Pág 95. Dí dos verónicas, que aunque el toro salió gazapeando, tuvieron la virtud de hacer el silencio

EMBROQUE. Momento de ganar el toro el terreno del diestro o viceversa, metiéndose el uno en la jurisdicción del otro.
Pág.95…enganchó al toro con su capa maravillosa,…le atrajo, y al llegar al instante del embroque… 

CARGAR LA SUERTE. Es desplazar todo el peso del diestro hacia la pierna que torea -si lo hace con la mano derecha, sobre la pierna derecha, y si lo hace con la izquierda, sobre la pierna izquierda- en un leve movimiento hacia delante que se debe realizar cuando el toro ya ha iniciado su marcha hacia el engaño, marcándole con él el nuevo camino a recorrer.
Pág.95…cargó la suerte con el cuerpo y produjo una emoción indescriptible.

farol. Lance de capa a la verónica, en que el torero, después de echar la capa al toro, la pasa en redondo sobre su propia cabeza y la coloca en sus hombros.
Pág.95…tracé luego entre los cuernos del toro el farol más acabado y exacto que podía imaginarse. 

faquín. Ganapán, esportillero, mozo de cuerda. (Ganapan, de ganar y pan: Hombre que se gana la vida llevando recados o transportando bultos de un punto a otro)
Pág.97…se las llevaron las docenas de faquines negros que estuvieron porteando nuestro voluminoso equipaje… 

arbitrista. Persona que inventa planes o proyectos disparatados para aliviar la Hacienda pública o remediar males políticos.
Pág 97. Era aquel hombre lo que los americanos llaman un “promotor”, y nosostros, un arbitrista. 

jeribeque. Guiño, visaje, contorsión.
Pág.97…después de unas cuantas posturas y unos jeribeques extraños, logró meterle el puño en las narices….

FEROCHE. Feroz.
Pág. 97. Nos recibió con cara feroche…

impedimenta. Bagaje que suele llevar la tropa, e impide la celeridad de las marchas y operaciones.
Pág.98. cuando advirtió que era nada menos que la impedimenta de quince toreros,…

balumba. Bulto que hacen muchas cosas juntas.
Pág.98. Mientras el pobre aduanero hacia la revisión de aquella balumba,… 

pulquero. Persona que fabrica y vende pulque. (Pulque: Bebida alcohólica, blanca y espesa, del altiplano de México, que se obtiene haciendo fermentar el aguamiel o jugo extraído del maguey con el acocote)
Pág.99. Era un italiano, pulquero en su origen, muy sórdido y avariento…

zalema. Reverencia o cortesía humilde en muestra de sumisión. Zalamería
Pág.100…mientras yo hacía todas aquellas cortesías y zalemas. 

senequismo. Norma de vida ajustada a los dictados de la moral y la filosofía de Séneca, pensador del siglo I d. C.
En el imaginario popular la figura del Séneca histórico sobrevive transfigurada en la del sabio que no le debe a los libros su sabiduría, sino a la vida, a la experiencia y al sentido común. El Séneca del pueblo es aquél a quien acuden sus amigos y vecinos en demanda de consejos. No cursa ninguna maestría, pero al que la vida y los infortunios le doctoran en el arte de sobrevivir; unas veces acostumbrándolo a la resignación y otras despabilándole e! ingenuo, la intuición rápida, la inventiva urgente con que salir del paso.
Pág.102. Por no ser menos que los otros y por no malograr su senequismo, le engañamos nosotros también.

ratimago. Artería, engaño, artimaña.
Pág. 103. Luego vinieron unos detectives, muy bien caracterizados y con unos ratimagos graciosísimos…

lagotería. Zalamería para congraciarse con alguien o lograr algo.
Pág.104…divirtiéndonos con las lagoterías y los arrumacos de todos los recién casados; 

telefonema. Despacho telefónico.
Pág.106. El matador dispone, por ejemplo, que se ponga un telefonema a alguien… 

Aquilino. Dicho del rostro: aguileño.
Pág. 111…ante el perfil aquilino y moreno de aquella mujer… 

gañanía. Conjunto de gañanes. Casa en que se recogen. (Gañán: Mozo de labranza. Hombre fuerte y rudo).
Pág.112. Todo lo que el andaluz pobre anhela se encierra en esta coplilla nacida en las gañanías. 

tinado.Cobertizo de ganado.
Pág.112…y se hacen arder por la noche en un rincón del tinado… 

Piquera. Canutillo de la mecha de encender.
Pág. 112 …las cuatro piqueras de un candil,… 

aranzada. Medida agraria de distinta equivalencia según las regiones.
Pág.112…no hubo ya para mí más que mis aranzadas de olivar y mi molino aceitero. 

BREECHES. Pantalones de montar.
Pág.112…cambié los zahones por unos breeches… 

Trinchera. Gabardina de aspecto militar.
Pág.112…me compré una trinchera y una pipa… 

arcaduz. Medio por donde se consigue o entabla alguna pretensión y negocio.
Pág.113…y por aquel arcaduz de la ganaderia me vi otra vez metido en el mundillo de la tauromaquia… 

incensar. Lisonjear o adular a alguien.
Pág 114…al mismo tiempo que incensaba a Camba, hacía gala de su vasta cultura literaria. 

SANCHOPANZISMO es esa ideología de lo práctico, de lo realista, de lo sencillo…se opone al idealismo, al quijotismo y al espíritu de aventura y emprendimiento.
Pág 116…uno se mueve por unos estímulos distintos de los que le atribuyen la cazurrería y el sanchopanzismo. 

Corrido. Avergonzado, confundido.
Pág. 119. La chica se echó a llorar como una Magdalena, y yo me quedé más corrido que una mona.

ALGARÍN. Ratero de frutas y ave de corral. Por extensión, hombre de mala condición o poco trabajador. Pág 120…que no eran otros que los tradicionales algarines, los raterillos rurales…. 

desjarretar. Cortar las piernas por el jarrete. Debilitar y dejar sin fuerzas a alguien.
Pág 122…les hurtaban todo lo que podían y, a veces, les desjarretaban el ganado. 

chapeo. sombrero
Pág 122. .una mujer fea, con unas gafas grandes, y un chapeo inverosímil… 

EMBARBAR. {Tauromaquia} Sujetar al toro por las astas.
Pág.126…el que conseguía pararla tenia el deber de embarbarla, doblarle el cuello para hacerla caer….