martes, 24 de julio de 2012

Tenemos una cita.

 

Teatro: "El amante" en el CICUS (21 Grados)


El 27 y el 28 de julio de 2012 en el patio del Centro de Iniciativas Culturales de la Universidad de Sevilla (CICUS) El viernes 27 y el sábado 28 de julio de 2012 se representará en Sevilla, dentro del ciclo estival 21 Grados, la obra "El amante". Fernando Sansegundo dirigue este montaje basado en el texto original del autor británico Harold Pinter (1930 - 2008), ganador del Premio Nobel de Literatura en el año 2005. Eva Higueras, en el papel de Sarah, y Alberto Maneiro, como Richard, encarnan a la pareja protagonista de esta obra de un sólo acto.


Teatro: "El amante" en el CICUS (21 Grados)
Dónde: patio del Centro de Iniciativas Culturales de la Universidad de Sevilla (CICUS), calle Madre de Dios, 1.
Cuándo: viernes 27 y sábado 28 de julio de 2012.
Horario: a las 22:30 horas.
Coste: entrada libre hasta completar aforo.

 Crítica del diario de Sevilla:

lunes, 23 de julio de 2012

AND THE WINNER IS... CARSOOOOOOOOON

TRAS UNA APRETADÍSIMA PUGNA, HA SALIDO VENCEDORA UNA MUJER QUE, ESTOY SEGURA, NO OS DEJARÁ INDIFERENTE: CARSOOOOON McCULLERS


LA BALADA DEL CAFÉ TRISTE, DE CARSON McCULLERS

En el almacen de la señorita Amelia, la comerciante más rica de esa zona del estado de Georgia, se presenta el enano y jorobado Lymon, primo lejano de la mujer, y ella le da cobijo y, según se rumorea en el pueblo, se enamora de él. Amelia, que fabrica whisky y ejerce de médico de la zona, estuvo casada durante sólo diez días con el guapo Marvin Macy, pero lo echó de su alcoba la noche de bodas y luego de casa y él, sinceramente enamorado de ella, delinquió para sobrevivir y acabó en prisión. La aparición del primo cambia el cerrado carácter de la solitaria mujer, la hace más sociable y la lleva a convertir su almacén en un café que pronto se convierte en punto de reunión de toda la gente decente de la localidad. No obstante, la situación vuelve a trastornarse con la reaparición de su marido Marvin, una vez cumplida la condena. El enano se hace amigo de Marvin, a pesar de que éste le humilla, y se va alejando de Amelia. El enfrentamiento deviene (asombrosamente) en un combate de lucha libre entre la robusta Amelia y su ex marido, que presencia todo el pueblo y en el que el hombre vence gracias a la fraudulenta colaboración del enano. Además, los dos hombres se marchan del pueblo después de destrozar las propiedades de la mujer. Esto da fin a toda vida social de Amelia, que cierra el café y se encierra en sí misma. En el mismo volumen encontramos otros seis cuentos cortos de esta autora que narran historias de manera más fragmentaria, apenas escenas que apuntan a situaciones generales. WUNDERKIND retrata a una quinceañera que es intérprete de piano desde los doce y que lucha junto con su profesora por consolidar el talento que demostró como niña prodigio.

HAY VARIAS EDICIONES: EN AUSTRAL Y SEIX BARRAL (EN EL TOMO DE EL ALIENTO DEL CIELO Y POR SEPARADO)


CARSON MCMULLERS
Lula Carson Smith (Columbus, Georgia; 19 de febrero de 1917 – Nyack, Nueva York; 29 de septiembre de 1967), conocida como Carson McCullers, fue una escritora estadounidense.

Su ficción explora el aislamiento espiritual de los inadaptados y marginados del Sur de los Estados Unidos de América. Es, también, una pionera del tratamiento de temas como el adulterio, la homosexualidad y el racismo.

Biografía
Nacida en el seno de una familia de clase media, su madre era nieta del propietario de una plantación y héroe del bando confederado en la Guerra de Secesión; su padre, igual que Wilbur Kelly en "El corazón es un cazador solitario", fue un acomodado joyero y relojero. Desde los cinco años recibe clases de piano, y con 15 años su padre le regala su primera máquina de escribir.

Por esas fechas, en 1932, enfermó de una fiebre reumática mal diagnosticada que la hizo estar en cama durante semanas. Dos años más tarde es enviada a la Juilliard School of Music en New York para estudiar piano, pero nunca asistió a la mencionada escuela, habiendo perdido el dinero guardado para su instrucción. Trabajó en empleos menores y estudió escritura creativa en la Universidad de Columbia y en el Washington Square College.

En 1935 conoció a Reeves McCullers, un soldado voluntario y aspirante a escritor. Decide ella también hacerse escritora dejando de lado su carrera musical y publica en 1936 una obra autobiográfica, Wunderkind, en la revista Story. Reeves abandonó el ejército y se fue con ella, matriculándose también en la Universidad (Periodismo y Antropología). Estuvo con ella en Georgia cuando Carson tuvo una recaída en su enfermedad. En esa época, escribe "El corazón es un cazador solitario" y en 1937 se casan, adoptando ella el apellido de él para su carrera literaria.

En 1940 conoció en Nueva York a los hermanos Mann (Erika y Klaus) y al marido de ella, el poeta inglés W. H. Auden. Tras divorciarse de Reeves, se muda con ellos a vivir a Brooklyn. Conoce a la escritora suiza Annemarie Schwarzenbach y mantiene una relación sentimental con ella. Al tiempo, se publica "Reflejos en un ojo dorado".

Realizó diversas estancias en la colonia de artistas de Yaddo, en Saratoga Springs, donde conoció a Katherine Anne Porter, con la que también mantuvo una relación.

La enfermedad volvió a acechar a la escritora y en 1941 sufrió un ataque cerebral que la dejó paralizada de un costado; sufriría dos más en 1947.

En 1945 vuelve a casarse con Reeves. Los últimos años de su vida son físicamente calamitosos, con dolores constantes y un grado de invalidez considerable. No obstante, siguió con su actividad social e intelectual.

Tras varios ataques al corazón, sufrió un cáncer de mama, muriendo en 1967 en el Hospital de Nyack en el Estado de Nueva York.


MÁS INFORMACIÓN
-http://www.elmundo.es/elmundolibro/2002/02/10/anticuario/1013112952.html


COMENTARIOS SOBRE OTROS LIBROS:

viernes, 20 de julio de 2012

REGALO OPTIMISTA DE UNA AMIGA LECTORA

Si os vais de vacaciones. Si no. Si tenéis dinero para hacerlo. Si no. Si estáis hartas. Si no. Si pensáis que alguien o alguienes os metió en un agujero y le entregó la llave a la prima de riesgo disfrazada de mandatarios ineptos y mercados insaciables e invisibles. Si no. Si veis el futuro más incierto. Si no. Si no estáis dispuestas a perder la sonrisa, la dignidad, la ilusión, el norte. Si tenéis tiempo y ganas, os envío un regalo para que lo escuchéis. Mi regalo de verano, de vida, para vosotras. Gracias por estar. Un abrazo.

jueves, 19 de julio de 2012

NO TE DETENGAS

Tenía yo curiosidad por saber qué leía Marilyn con tanto interés, y mira por donde, he encontrado este poema en Hojas de hierba de Walt Whitman, que me parece muy apropiado en estos tiempos que corren. ¡No te detengas!




POEMA DE WALT WHITMAN (DE HOJAS DE HIERBA)
No dejes que termine el día sin haber crecido un poco,
sin haber sido feliz, sin haber aumentado tus sueños.
No te dejes vencer por el desaliento.
No permitas que nadie te quite el derecho a expresarte,
que es casi un deber.
No abandones las ansias de hacer de tu vida algo extraordinario.
No dejes de creer que las palabras y las poesías
sí pueden cambiar el mundo.
Pase lo que pase nuestra esencia está intacta.
Somos seres llenos de pasión.
La vida es desierto y oasis.
Nos derriba, nos lastima,
nos enseña,
nos convierte en protagonistas
de nuestra propia historia.
Aunque el viento sople en contra,
la poderosa obra continúa:
Tu puedes aportar una estrofa.
No dejes nunca de soñar,
porque en sueños es libre el hombre.
No caigas en el peor de los errores:
el silencio.
La mayoría vive en un silencio espantoso.
No te resignes.
Huye.
"Emito mis alaridos por los techos de este mundo",
dice el poeta.
Valora la belleza de las cosas simples.
Se puede hacer bella poesía sobre pequeñas cosas,
pero no podemos remar en contra de nosotros mismos.
Eso transforma la vida en un infierno.
Disfruta del pánico que te provoca
tener la vida por delante.
Vívela intensamente,
sin mediocridad.
Piensa que en ti está el futuro
y encara la tarea con orgullo y sin miedo.
Aprende de quienes puedan enseñarte.
Las experiencias de quienes nos precedieron
de nuestros "poetas muertos",
te ayudan a caminar por la vida
La sociedad de hoy somos nosotros:
Los "poetas vivos".
No permitas que la vida te pase a ti sin que la vivas...

miércoles, 18 de julio de 2012

LA INTERPRETACIÓN DE LA INTERPRETACIÓN DE UN LIBRO

ASISTENTES (DE HOY LIBRO):
Ángela, Elena, Marga, María del Mar, María Sur, Pilar, Rocío y yo, Cristina

“El mundo está poblado tanto de excepciones como de reglas”.
 

Y en julio nos saltamos nuestra regla de comentar un libro a mesa y mantel, y excepcionalmente acudimos en ayunas al "monoambiente" de la FNAC para confraternizar con el grupo que comanda Javier González-Cotta. Sedientas y acaloradas llegamos a las 8 dispuestas a interpretar "La interpretación de un libro", de Juan José Becerra, y desgranar la tórrida relación entre Camila Pereyra, "la loca de los libros" y Mariano Mastandrea, un escritor obsesivo por saber a qué manos llega su poco vendido libro, "Una eternidad".

Cuando llegamos, nos enfrentamos a unas teatrales cortinas rojas y al abrirlas nos encontramos
al final del túnel,
chispas blancas
sobre fondo negro
Nos sentamos apresuradamente en unas sillas de color "borra de vino", mientras Javier hacía una introducción del autor, de la obra, (y de nosotras). Aunque los (3) representantes masculinos valen por dos (incluso por tres), hay mayoría abrumadora de lectoras. Y no parecen responder al perfil que describe Mariano: "no lleva otra vida que la vida de lectora —la vida de aquella que vive leyendo porque no sabe vivir—"

¿que las lectoras no sabemos viviiiiiiiir? ¡Marianooooooo por dioooooooos qué estás diciendoooooooooooo!

Pienso: Este chico ve demasiado la tele y no se entera que las locas de los libros también podemos ser las locas de la vida. A las pruebas me remito. Sus palabras se disuelven en la realidad en cuanto empieza el debate.

El libro da mucho juego, a pesar de que por los primeros comentarios no parece haber gustado demasiado. A algunas les ha costado empezar, aunque dicen que "es un libro que empieza cuando se termina".

Hablamos de literatura, de escritores y lectoras (alguien dice que son los tres protagonistas), de escritores que leen y de lectoras que escriben, pero también del ego del creador: de cómo algunos se mueren por sentirse adorados y hacen cualquier cosa por conseguirlo, y cómo puede influir en la escritura ese deseo de gustar al lector (o no), o de si es simple y lógica curiosidad la que siente Mariano por saber qué tipo de lectores tiene. Yo, que soy curiosa patológica, comprendo al chiquillo y creo que su actitud es un hecho aislado a su proceso creador. Ya lo dice él: “El que escribe no sabe lo que hace” (pg. 29); “no sabe para qué escribe, no sabe para qué vive” (20)

El debate sube de temperatura a medida que los dos protagonistas se lían en el sofá de cuero ecológico que preside el austero monoambiente.

Hablamos de escritores que viven aislados del mundo, como Salinger. Y de literatura con mayúsculas o con minúsculas, con finalidad o sin finalidad. Y de machismo. A Joaquín (uruguayo) le chocó que Camila fuera tan guapa, y Marga piensa que la mujer no está bien tratada en el libro y no sabe por qué la llaman la loca. La pintan como la pesada que le roba al autor su creación, se apropia de ella, y esto plantea un nuevo debate: hay quien piensa que cuando una obra sale a la calle ya es propiedad de el espectador-lector y deja de ser del autor.

Llega el turno de los cuadros con los que Camila decoró la estancia: ¡nuestras lectoras con arte! Bueno, nuestras pero sobre todo de Hooper, y de una Marilyn enfrascada en el Ulises de Joyce y en "Hojas de Hierba" de Walt Whitman, representando a "Hollywood, vanguardia de la cultura iletrada". Nosotras ya conocíamos todos los cuadros, porque María nos los colgó en una entrada, aunque Javier llevaba "Sol en una habitación vacía", que pasó de mano en mano. No sabían ellos que nosotras, con nuestra osadía característica, ya habíamos pintado con palabras ese cuadro en nuestro blog.

Así, como el que no quiere la cosa, van pasando los minutos, y de pronto escuchamos por megafonía que llega la hora del cierre. El tiempo ha pasado volando. Javier sortea un ejemplar del libro que leerán para septiembre, y a pesar de nuestras negativas nos incluyen en la rifa. Se suceden los números (los impares primero), y sale la ganadora con el último número (el seis): a sus manos va a parar "La liebre con ojos de ámbar", de Edmund de Waal.

Llega la hora del cierre, y nos vamos a una terracita en busca del prometido altramuz. Allí charlamos de la vida con esos nuevos amigos, quizás para demostrarle a Mariano que somo lectores de libros y de vida.

Una experiencia inolvidable, que pensamos repetir. Y mientras tanto, os dejo una foto (malísima porque mi teléfono no dá para más) para que os traiga lo que se fue, como dice Mastandrea: "aunque no podría decirse que cada instante ha vuelto ahora por haber sido atrapado en el momento de perderse"




sábado, 14 de julio de 2012

Artículo sobre Chaves Nogales

 Copio un artículo que ha publicado Manuel Vincent en Babelia sobre Chaves Nogales.

 

 

Disparar a la distancia precisa

Manuel Chaves Nogales, aventurero, comprometido y romántico, puso su afilada inteligencia y un estilo literario sin ninguna veta de tocino al servicio de la historia: contó de primera mano las cosas que pasaban y estuvo donde había que estar


Manuel Chaves Nogales (1897-1944), fotografiado en París en 1940.


Si tus fotos no son lo bastante buenas es porque no estabas lo bastante cerca: esta sentencia de Robert Capa se puede aplicar también a los periodistas de calle, a los cronistas de guerra, reporteros y enviados especiales, a los analistas políticos y, por supuesto, a los sicarios y asesinos a sueldo, los más interesados. Se tiene o no se tiene el don de apretar el gatillo en el momento oportuno, a la distancia precisa. Los periodistas de raza llevan ese instinto en la base del cráneo. Uno de esos era Chaves Nogales.
Este periodista, nacido en Sevilla en 1897, hijo de madre pianista, de padre literato de medio pelo y sobrino de gente del gremio, de quienes aprendió en la adolescencia el manejo de las armas de este oficio, llegó a aquel Madrid, “brillante y famélico” de entreguerras, con 23 años, dispuesto a comerse el mundo, como tantos otros, después de haberse baqueteado como redactor en diarios de Sevilla y de Córdoba. Era entonces un joven moreno, de pequeña estatura, de ceño obstinado, con el chaleco bien abotonado, el nudo de la corbata torcido y la frente sombreada por una greña rebelde. Así aparece en el humo de las fotos de la época, en las redacciones o al pie de las linotipias. Extrañamente no tenía acento andaluz o no lo usaba.
Llegó a Madrid ya casado y con una hija. Traía además un par de pinitos literarios ya publicados, estampas de su ciudad natal, retratos de personajes anónimos que había conocido. Después de aposentarse con la familia en los altos de Ciudad Lineal, en una casa con corral de gallinas, al principio bajaba en tranvía cada tarde hasta la Puerta del Sol y la calle de Alcalá con la idea de explorar y ser aceptado en alguna de las tertulias de literatos célebres, que impartían su ego como un sacramento, rodeados de bohemios, plumíferos tronados, diputados golfos, cómicos hambrientos, sablistas y cesantes galdosianos, que anidaban en los cafés. Allí se cocía el puchero de las noticias antes de que llegaran a las redacciones. Unamuno decía que las tertulias madrileñas constituían la verdadera universidad popular. Esa era la primera guerra que había que ganar. En esta descubierta también era necesario llevar chaleco antibalas, aunque fuera de lana de merino. Cada una de aquellas tertulias tenía un dueño. En el café de Levante reinaban Azorín y Baroja, uno con su silencio, el otro con la mala baba; en Pombo echaba al aire luminosas pompas de jabón Gómez de la Serna; en Fornos eran el político Indalecio Prieto y el dibujante Bagaría los que cortaban el bacalao, a tercias con el famoso perro Paco, que se subía por su cuenta al tranvía para ir también a los toros; en la Granja del Henar ceceaba el veneno del resentimiento Valle-Inclán, sin conceder derecho de réplica a ningún contertulio. A un joven recién llegado de provincias que, ajeno a esta regla, le interrumpía a menudo su soflama cáustica y altisonante Valle le cortó: “Oiga, pollo, se va usted a pisar la lengua”. Chaves Nogales sabía callar. Años después, cuando un 14 de abril sobrevino inesperadamente la República, los vendedores de periódicos la voceaban por la calle como si fuera el gordo de la lotería: “La República ha caído en la tertulia del Regina”. Era la de Azaña y allí estaba ya instalado, respetado, con derecho a hablar y ser oído Chaves Nogales.
La llegada de este periodista a Madrid hacia 1923 había coincidido con el golpe de Primo de Rivera, de modo que su talento se encontró con la barrera de la censura, no muy rigurosa, pero lo suficiente tosca como para obligarle a desviar su pluma hacia los crepúsculos, verbenas y otras florituras de estilista en vez de usarla para entrar a degüello en la política, como era su deseo. Chaves Nogales comenzó a escribir en El Heraldo crónicas de sociedad poco comprometidas para salvar el cocido. Llegó a redactor jefe. Allí coincidió con González Ruano, a quien, al contrario que a Chaves, la dictadura le sentaba como un traje cortado a medida para dar leña lírica impunemente a socialistas y republicanos sin desprenderse de su aire de señorito, de aristócrata de cartón piedra. En cambio, Chaves tenía un aire aventurero, un natural comprometido y romántico, bohemio y familiar a la vez. En 1927 ganó el Mariano de Cavia por un reportaje sobre Ruth Elder, la primera mujer que cruzó el Atlántico en un avión Junker, y ese primer éxito le impulsó también a volar, primero a la URSS, después por las nubes de toda Europa y de esos viajes aterrizó con reportajes sobre lo que había quedado de los zares caídos y otras semblanzas literarias, crónicas veraces, auténticas, sobre miserias de la dictadura del proletariado.

En uno y otro bando, él nunca se consideraba de los nuestros, sino el dueño de la voz libre, comprometida con la democracia y consigo mismo
Con este autor se ha dado un hecho curioso. Fue en su tiempo uno de los grandes; puso su afilada inteligencia y un estilo literario sin ninguna veta de tocino al servicio de la historia; contó de primera mano las cosas que pasaban en la calle; estaba donde había que estar, en los acontecimientos políticos, en los homenajes literarios; era citado, admirado y seguido por una legión de lectores y de repente, terminada la Guerra Civil, se lo tragó la tierra y ni siquiera era recordado como un exiliado famoso. Tal vez este hecho se deba a que, en uno y otro bando, él nunca se consideraba de los nuestros, sino el dueño de la voz libre, comprometida con la democracia y consigo mismo.
Su trabajo de periodista estuvo ligado a la causa de Azaña, como director del diario Ahora, de ideología de izquierda republicana. Puede que Chaves Nogales participara de la misma inteligencia corrosiva, un tanto despectiva. Fue un crítico insobornable de los males de la república; después de darse un garbeo por Alemania en 1933, recién ascendido Hitler al poder, presagió los aires de tragedia que aleteaban en el aire, se entrevistó de Goebbels, describió con detalle la humillación que soportaban los judíos en Berlín, y por supuesto su olfato de sabueso tampoco erró al anunciar que los españoles estaban dispuestos a matarse y que lo iban a hacer muy pronto.
Chaves aprovechó que los españoles todavía no se mataban para escribir por entregas una biografía de Juan Belmonte, muy alabada, en la que orillaba todos los apestosos tópicos del toreo e iba directamente a la psicología del personaje. Luego, en plena tragedia, siguió a Azaña en el exilio, primero en Valencia, después en Francia, donde participó en las tertulias de París con los huidos de la carnicería, Marañón, Baroja, Azorín, Ortega. Allí escribió las crónicas de guerra A sangre y fuego, de primera mano en su memoria. No estaba cerca, como recomendaba Capa, pero su disparo era muy certero, aunque no tanto como lo fue al narrar para la historia, como no lo ha hecho nadie, la caída de Francia en manos del fascismo, la lenta degradación de un país hasta el puro masoquismo.
Los demás pudieron volver a España terminada la contienda, no así Chaves Nogales, más comprometido, con más carne en el asador, perseguido luego por la Gestapo hasta recular a Burdeos y no parar hasta el nuevo exilio en Inglaterra. Antes había mandado a su mujer y a sus tres hijos a España. En Londres fundó una agencia, escribió artículos para los periódicos de Latinoamérica, no dejó de trabajar hasta mayo de 1944, en que una peritonitis se lo llevó al otro mundo, allá donde habita el olvido, como había escrito su amigo Cernuda. Fue enterado en Londres. El olvido cayó sobre la figura de Manuel Chaves Nogales, pero ahora su espectro ha sido rescatado por la memoria histórica y hoy es reconsiderado como uno de los grandes, el que supo disparar desde la distancia precisa.

lunes, 9 de julio de 2012

Deshojando nuestra Margarita

Nuestra Margarita no es ninguna de la docena de especies que alegran los ojos de cienes y cienes de macetas del mundo mundial, jarrones hambrientos de color ni jardines enemigos del ocio.

Tampoco se trata de una pizza, ni de una isla venezolana. Nooo.

Nuestra Margarita no responde al nombre de ninguna ciudad de Argentina, Italia o Colombia y, sí mire usted por dónde, más de un día y de dos, no le importaría ser un coctel. ¡Qué le vamos a hacer! La perfección no deja de ser  un pasatiempo triste y aburrido, y el susodicho brebaje aleja la sed y acerca burbujillas; aunque, puestos a elegir, nuestra Margarita es más aficionada a los gin-tonic adornados de eneldo que Dios proteja por los siglos de los siglos.

Y no vayan a pensar que es un asteroide. Noooooooooooo. Nuestra Margarita es taaaaan cercana que jamás de los jamases podría ser un ¿aste qué?

Oriunda del norte, no florece desde la primavera hasta el otoño porque nuestra Margarita, simple y llanamente, está siempre en flor. Aunque puede vivir en áreas de sombra, necesita mucha agua y la luz del sol, motivo por el cual la chiquilla emigró de-la-tierra-de-los-paños-de-Frechilla-y-los-pardos-de-Asturdillo-elaborados-con-la-misma-lana-al-natural-que-las-archimegaconocidas-mantas-que-ya-no-se-fabrican-allí-sino-en-la-Maragatería-leonesa-válgame-Dios-lo-que-cambian-los-tiempos-quien-te-ha-visto-y-quién-te-ve-Palencia-de-mis-nostalgias al sur del sur para regusto nuestro.

Nuestra Margarita está a aaaaaaaños luz  de ser una margarita común aunque a veces haga chirivitas. Y es que, nuestra Margarita es una especie única, perenne, de tallo alto, pétalos alargados y blancos en torno a un botón que va del pálido al sonrosado dependiendo del calibre del kit que la acompañe en este valle de lágrimas que ella alivia con el susodicho embalage.

Si la queremos mantener bellis perennis, se recomienda invitarla a un crucero por el Mediterráneo, isla arriba isla abajo, de donde volverá alegre y dicharachera, tersa y lozana como una margarita en flor.

Desde la medicina natural, se le atribuyen propiedades digestivas que la llevan a eliminar parásitos intestinales camuflados de personajes de novela, permite depurar el hígado y el riñón compartiendo el susodicho kit que celosamente traslada consigo, y es diurética y laxante con su sola presencia a más no poder.


Calma sin necesidad de ponerla en infusión, y no precisa edulcorarla para saborearla en profundidad; asimismo, aliñada con un buen libro, diente de león e hinojo, se convierte en una ensalada-compañía humana inmejorable, crujiente, fresca y sabrosa.


Y un sí rotundo, nuestra Margarita posee un carácter poético-práctico que la lleva a crear una miscelánea de Ikea y art decó con hambre de restauración y en un pis pas a nada que haya una herencia jerezana de por medio.


¿Simboliza nuestra Margarita  la pureza, al igual que esas florecillas que viven en el campo, en macetas, jardines, floristerías y demás entornos? Pues ni puñetera idea. Esperemos encarecidamente que no. Alegremosnos de su bondad.

Me quiere, no me quiere. Me quiere, no me quiere… Me… Perdonen: ¿había dicho ya que es muy generosa? Pues eso.


P.D.
Si bien se recomienda regar nuestra Margarita después de sembrarla en tu vida, conviene no excederse para no anegarla, líbrennos los dioses del firmamento de tal desastre, amén.

COTILLEANDO A HOPPER

Me ha sorprendido la vida de Hooper y lo comparto

"Igual que ocurre con Vermeer, apenas sabemos nada de la larga vida de Edward Hopper (Nueva York, 1882-1967), y eso que contamos con biografías y estudios detallados, sobre todo la paciente biografía de Gail Levin, “Edward Hopper. An Intimate Biography” (1998). Esta biografía se basa en los diarios de Josephine Nivinson Hopper, la esposa de Hopper, a quien todo le mundo llamaba Jo y que convivió durante más de cuarenta años con el pintor.

 Mucha gente cree que Hopper llevó una vida agitada y conoció a mucha gente y quizá fue el amante de esas mujeres solitarias que aparecen en sus habitaciones de hotel. Pero no es así. La vida de Hopper careció de hechos a primera vista relevantes. Y lo que sabemos de él –que casi siempre se basa en los diarios que escribió su mujer, y que se pueden leer como los diarios que una irritada y agotada Zenobia Camprubí escribió sobre su vida con Juan Ramón Jiménez– tampoco nos ayuda a entender su arte ni su forma de pensar

Hopper no fue un personaje llamativo. Sin apenas amigos, sin haber vivido una juventud bohemia, sin ideas políticas conocidas, convencional y misógino (aunque lo recordamos sobre todo por sus figuras femeninas), vivió casi toda su vida en el mismo apartamento modesto del número 3 de Washington Square North (allí murió, en mayo de 1967, a punto de cumplir los 85 años), sin nevera ni baño, y lo que es peor, sin ascensor. A lo largo de su vida no firmó manifiestos ni protagonizó escándalos ni hechos célebres de ninguna clase. Fue un artesano casi secreto que vivió al margen de las corrientes artísticas de su época. Cuando en Europa y América todo el mundo hacía cubismo, y luego surrealismo, y luego expresionismo abstracto, y luego pop art, Hopper seguía pintando sus faros de Nueva Inglaterra y sus vías de tren y sus interiores de hotel, sólo que en sus últimos años todo eso parecía más despojado, más abstracto, más desprovisto aún de vida.

Muy pocos hombres se salvarían del juicio de su esposa (lo contrario, en cambio, sí suele ser posible), y Jo Hopper presenta a su marido como un tirano silencioso que la maltrataba de palabra y de obra. Las anotaciones de Jo están llenas de amargura y resentimiento: “En veinte años no he podido recoger ni una migaja de mi vida con Eddie”, escribió a mediados de los años 40, y en sus últimos años seguía lamentando las mismas cosas. Jo se quejaba de que nadie conocía a su famoso marido. “Su historia es puro Dostoievski”, decía en tono amenazador. Y otra vez anotó: “A veces hablar con Eddie es como arrojar una piedra a un pozo, sólo que la piedra no hace ruido cuando llega al fondo” (ese silencio es quizá el mismo silencio que aparece en los cuadros). Por los diarios de su mujer, sabemos que Hopper se pasaba la vida leyendo o pintando, y cuando no pintaba caía en largas fases de depresión y mal genio. Hopper sentía predilección por la literatura francesa. Leía a Paul Valéry y a Proust y a Gide, pero también la poesía simbolista de Baudelaire y Verlaine y Rimbaud. En cuanto a sus contemporáneos americanos, le gustaba en especial Robert Frost, pero no T.S. Eliot (“Le falta sentimiento”, decía).

El matrimonio de Jo y Edward Hopper fue un matrimonio extraño, si es que puede hablarse de algún matrimonio que no lo sea. Se casaron en 1924, cuando él tenía 42 años y era un pintor desconocido y ella tenía 41 y tenía cierto éxito como pintora (y aún era virgen, a pesar de que se había movido entre los círculos bohemios de Nueva York). Hopper era silencioso, retraído, poco sociable y monógamo. No tuvo amantes conocidas antes de casarse con Jo, con la única excepción de una señora parisina de mediana edad, Jeanne Chéruy, a la que Hopper llamaba Madame Chéruy, a pesar de que la dibujó desnuda, pero también vestida, y leyendo, y de frente, y de espaldas, y hasta dormida, aunque más bien parecía estar muerta. Esa Madame Chéruy, de la que nada se sabe aparte de esos dibujos, fue otro misterio más en la vida de Hopper.

Jo y Hopper compartían el amor a Francia y a menudo se escribían y se hablaban en francés. En su vida de ermitaños, en la que siempre estuvieron juntos, hubo de todo, complicidad y amor, pero también amargura y cólera. La suya fue una convivencia asfixiante, muy extraña, bergmaniana y hitchcockiana a la vez. Cuando pintaba, Hopper colocaba un espejo en el que podía ver cómo su mujer lo miraba pintar (una escena angustiosa que parece una versión claustrofóbica y morbosa de Las Meninas). Ella, por lo demás, controlaba por completo la obra de su marido y muchas veces le ponía el nombre a los cuadros, en contra de la opinión de Hopper. Las tensiones eran frecuentes. Jo quiso continuar con su vida de pintora, cosa que no ayudó a mejorar las cosas. Ella creía que Hopper se había apropiado de su forma de pintar y por eso había triunfado, y hay algo de verdad en esto, aunque también es verdad que Jo quiso pintar como su marido y eso contribuyó a que se eclipsara. No tuvieron hijos y Jo se refería a sus cuadros como “sus hijos no nacidos”.

En sus bodas de plata, Jo le dijo a su marido que los dos se merecían la cruz de guerra. La frase era cierta, porque en el apartamento de Washington Square –y en el estudio en Cape Cod en el que pasaban los veranos– hubo de todo, incluso violencia física. Hopper estrelló una vez a Jo contra una estantería, y en otra ocasión ella le mordió un brazo hasta que estuvo a punto de arrancarle un tendón. Los dos se odiaron y se insultaron, pero al mismo tiempo la pareja mantuvo un erotismo de alto voltaje. Jo posaba desnuda para Hopper porque el pintor no quería tener otra modelo. Cuando Jo tenía más de 60 años, Hopper la dibujó desnuda en unos carboncillos que desprenden un erotismo sorprendente. Por lo demás, Jo conocía muy bien a Hopper. Cuando su marido empezó a pintar faros en Maine y en Cape Cod, ella anotó: “Esos faros son autorretratos”. Eran faros góticos, silenciosos, remotos, igual que las vías de tren y las cafeterías y los hoteles de Hopper, esos objetos que parecen traspasados por la irrealidad, como si estuvieran deshabitados, o peor aún, como si nunca hubieran sido usados ni tocados.

Pero en la vida de Hopper y Jo también hubo amor, o algo que se parece a un vestigio de amor. Y en su último cuadro, “Dos cómicos” (1966), Hopper pintó a dos personajes de la Comedia del Arte –Pierrot y Pierrette– en un escenario, justo cuando había terminado la función y se estaban despidiendo del público. Aquellos dos personajes eran Hopper y Jo, inseparables hasta el final a pesar del resentimiento y de las peleas y los mordiscos. Al año siguiente, cuando Hopper murió, sólo ocho personas fueron a su funeral. Jo le sobrevivió un año, casi ciega e inmóvil.

Si tuviera que elegir dos cuadros de Hopper, me quedaría con dos cuadros muy parecidos. Uno es “Habitaciones junto al mar” (1951), que está inspirado por el luminoso estudio de pintura –diseñado por él mismo– que Hopper tenía en South Truro, en la península de Cape Cod. Hopper pintó ese cuadro cuando estaba a punto de cumplir 70 años, y en esa habitación vacía ya no hay faros, ni muebles, ni maletas, ni mujeres solitarias, sino tan sólo la luz casi polar y la proximidad inexplicable del mar que parece surgir de la nada. Pero esa luz todavía es carnal, tan carnal como el culo de su esposa cuando tenía 60 años y Hopper la pintaba desnuda al carboncillo. Y lo más extraño de todo es que en esa habitación hay sosiego, un sosiego casi ilimitado que llega hasta nosotros. Porque esa habitación que da al mar podría ser una tétrica premonición de la muerte, pero también podría ser una luminosa premonición de la eternidad.

El otro cuadro es “Sol en una habitación vacía” (1963). Hopper lo pintó cuando tenía ochenta años y es otro paso más hacia la metafísica y hacia el vacío. En este cuadro ya ni siquiera hay mar. Sólo hay luz que entra en sentido oblicuo y se posa en las paredes y el suelo. Es una luz que no sabemos si preserva o salva o condena, pero que todavía tiene la fuerza suficiente para entrar en la habitación desierta y arrastrarse por las paredes y por el suelo. Es una luz fatigada, ocre, funeraria, como si surgiera del subsuelo, o peor aún, como si surgiera de una dimensión que ya no pertenece a este mundo, pero esa luz todavía es luz. Y si no fuera por esa luz, ya no existiría nada más, sólo la habitación vacía, sólo la muerte.
EDWARD HOOPER. EL PINTOR DEL SILENCIO



sábado, 7 de julio de 2012

¿QUÉ LEEMOS ESTE VERANO?

Se abre el blog a vuestras propuestas de lectura para este verano. Tendremos que proponer y votar aquí, como se decidió en la cena de anoche. De momento, los títulos que se propusieron anoche fueron:

ADELA:
YO CONFIESO, de Jaume Cabré (Ed. Destino)
Si el comercio de antigüedades de la familia es todo un mundo para el pequeño Adrià, el despacho del padre es el eje central de ese mundo, y su prenda más preciada un espléndido violín Storioni, en cuyo estuche aún se distingue la sombra de un crimen perpetrado muchos años antes.

 La niñez y la adolescencia de Adrià, llena de interrogantes sin respuesta, de juegos en solitario y de falta de calidez, está consagrada al estudio de la historia y de las lenguas, por deseo de su padre, y a la práctica del violín, siguiendo la voluntad de la madre. Pero un percance terminará con la vida del padre, abatiendo a Adrià, llevándole a un estado de culpabilidad y llenando su existencia de enigmas y oscuros misterios que tardará muchos años en aclarar.
Jaume Cabré (Barcelona, 1947): Es uno de los autores catalanes de la actualidad más reconocidos por la crítica y los lectores. Entre sus libros traducidos al castellano y a numerosas lenguas extranjeras figuran "La telaraña", "Fra Junoy o la agonía de los sonidos", "Libro de preludios" y "Señoría". "Las voces del Pamano" ha significado su consagración definitiva, avalada por más de 25.000 lectores en lengua catalana. Ensayista, guionista de cine, televisión y dramaturgo, ha obtenido los principales premios literarios catalanes.

PILAR:
LUGARES QUE NO QUIERO COMPARTIR CON NADIE, de Elvira Lindo
Elvira Lindo recorre en estas páginas aquellos lugares de Nueva York que tienen algo especial, escenarios que evocan situaciones personales o que pertenecen a nuestro imaginario colectivo a través del cine o de la literatura. A partir de una conversación con un desconocido en el barrio de Queens, a quien la escritora ha de explicar quién es, Elvira Lindo se retrata a sí misma a medida que descubre rincones de Nueva York. Al hacerlo, nos revela la esencia de algunos lugares que existen todavía en la gran manzana y otros que permanecen en el corazón. «Este libro es una trampa a mí misma: hablo de lugares que no me gustaría compartir con nadie, porque forman parte de mi vida cotidiana, no es una guía turística, pero ya se sabe, igual que el chismoso no puede evitar contar un secreto, el narrador cae siempre en el vicio de escribir lo que vive.» Elvira Lindo es dueña de un estilo propio, de una voz narrativa tan literaria como empática, tan directa como cercana, ajena a cualquier retórica. Su prosa armoniza lo familiar e íntimo con una marcada personalidad y hondura en su modo de observar el mundo que la rodea. Su voz es el hilo conductor de este libro en el que nos descubre rincones secretos, bares, restaurantes, parques, panaderías, puestas de sol o escenarios de película que guardan toda la esencia de la ciudad de Nueva York.

MARGA:
EL CUARTETO DE ALEJANDRÍA, de Lawrence Durrell
Compuesto por cuatro novelas separadas e independientes: Justine, Clea, Balthazar y Montoulive; El Cuarteto de Alejandría es un monumento literario, una de las grandes obras maestras de la literatura de todos los tiempos que se proyecta con fuerza sobre toda la narrativa del siglo XX.
Caso único, las cuatro novelas cuentan la misma historia que se desarrolla ante nuestros ojos de manera hipnótica desde el punto de vista de cada uno de sus personajes, como un complejo puzle que se forma en nuestra cabeza y que va consolidando con cada línea una atmósfera decadente y poderosa en la que los protagonistas son indiferenciadamente Justine, una enigmática mujer llena de secretos y Alejandría, la ciudad a la que encarna. La gran Alejandría de los años treinta, capital del mundo, donde se hablaban cinco idiomas y se practicaban todos los cultos. Una ciudad oculta, subterránea, secreta, eterna, condenada a desaparecer y al mismo tiempo a vivir para siempre.
La escritura de Lawrence Durrell es intensa y se va formando por superposición, cuando la ciudad y los personajes se influyen, cambian y su espíritu va creciendo hasta llenar cada página. Es una descripción de la ciudad a partir de cada uno de sus personajes y de los personajes a través de las mutaciones de la ciudad.
Una novela que parece encerrar una clave oculta y que nos inquieta profundamente a la vez que nos hace testigos de un mundo que se desvanece.
Un análisis del amor y de la sensualidad.
El Cuarteto es una obra imprescindible, capaz de cambiar la visión de la literatura y del mundo a quien se adentre entre sus páginas.

Pongo AQUÍ el enlace a una lista que hicimos el año pasado de LECTURA IMPRESCINDIBLES, para que repasemos a ver si hay algún clásico por recuperar

jueves, 5 de julio de 2012

LECTORAS CON ARTE. JULIO

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Este mes nuestra lectora, Camila, es una loca loca de los libros que ha llegado al monoambiente de Mastandrea y martillo en mano se dispone a colgar una serie de cuadros pequeños en los que iremos recreándonos mientras asistimos al curioso espectáculo de la vida de esta pareja y nos preguntamos quién escribe realmente, si el novelista o la lectora, o si necesariamente hay que leer un libro para leer algo, o… cómo sería vivir en un libro, ¿os imaginais?.
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Mejor aún, imaginad cómo sería vivir en un cuadro. ¿Qué os parece este que he encontrado en el “Buenos Aires Design” de la Plaza Francia? Es uno de los Hooper que Camila no ha llevado consigo, tal vez porque en él no hay ni lectoras ni libros, tal vez porque no ha caido en la cuenta de que al igual que la mujer que lee es la que escribe, la que mira un cuadro puede ser la que lo pinte y que lo pinte mientras lo está mirando.
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"SOL EN UNA HABITACIÓN VACIA". Edward Hooper
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Me encuentro sola en medio de esta habitación vacía en la que sólo entra el sol y me pongo a soñar que… 
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ACTIVIDADES VERANIEGAS

Hay muchas maneras de combatir el calor en esta Sevilla nuestra, y una de ellas (más divertida que poner la cara delante del ventilador) es escaparse a cualquiera de las actividades que se organizan cuando cae la noche. Las hay de todos los tipos y para todos los gustos. Aquí va una avanzadilla. Si pincháis sobre el nombre accederéis a la programación.

-21 GRADOS. CICUS
-ITALICA.PLACERES NOCTURNOS (ENGRANAJES CULTURALES
-NOCTURAMA (CAAC)
-NOCHES EN LOS JARDINES DEL ALCAZAR
-EL BARBERO DE SEVILLA EN EL PALACIO DE LOS MARQUESES DE LA ALGABA
-CINE DE VERANO DE LA DIPUTACIÓN


EL AMANTE. HAROLD PINTER

martes, 3 de julio de 2012

lectura para Julio

Javier González-Cotta, nuestro último -e ilustre- invitado, nos invita a la última sesión de su club de lectura de la FNAC el lunes 16 de julio a las 20 horas.

Comentarán la novela del escritor argentino Juan José Becerra: La interpretación de un libro (ed. Candaya). Será la última sesión de este curso. Propongo que nos lo leamos y participemos. Aunque lo debatamos en la cena-cumpleaños, lo pongo para "ir abriendo boca". Sería una oportunidad para conocer a otros grupos parecidos al nuestro, ver su dinámica y además... Javier nos prometió que las asistentes serían obsequiadas con un un Bitter Kas y un altramuz por cabeza... ¿vamos a desaprovechar semejante ágape?

128 págs.; PVP 14 €


SINOPSIS:
Mariano Mastandrea, un escritor solitario y telediadicto, recorre diariamente en tren subterráneo la ciudad de Buenos Aires, esperando descubrir algún lector de su novela Una eternidad, que languidece apilada en las mesas de saldos de las librerías de la calle Corrientes.


El encuentro con Camila Pereyra, conocida por los empleados del Jardín Botánico como la “loca de los libros”, será el inicio de una destructiva historia de amor que superpone dos intensidades (la de la lectura y la de los sentidos) y que convierte la pasión y la vida en representación e impostura.

La interpretación de un libro describe dos sociopatías universales que tienden a desaparecer: la del escritor romántico que junta mugre en su campana de cristal (en el caso de Mastandrea un monoambiente sin ventilación) y que piensa que no hay destino artístico de mayor gloria que el del fracaso y la incomprensión; y la de la lectora bovarista que cree que la literatura es la única realidad en la que se puede vivir, una verdad que ella misma ilustra invadiendo la habitación de Mastandrea con pequeños cuadros de Hooper en los que las mujeres leen o enloquecen.

Hombre y mujer, novelista y groupie, literatura y vida, placer y adicción. La interpretación de un libro es una comedia de desencuentros que intenta responder a una pregunta llena de trampas: ¿quién es más importante en la experiencia compartida de la literatura: el que lee o el que escribe?

Juan José Becerra nació en Junín, Buenos Aires, en 1965. Es autor de los ensayos Grasa (2007), La Vaca. Viaje a la pampa carnívora (2007) y Patriotas (2009); y de las novelas Santo (1994), Atlántida (2001), Miles de años (2004) y Toda la verdad (2010). Sus artículos aparecen con regularidad en publicaciones argentinas e internacionales. Desde 1996 escribe en la edición latinoamericana de Les Inrockuptibles.