domingo, 17 de mayo de 2009

MARIO BENEDETTI

Mario Benedetti ha muerto a sus magníficos 88 años.
Parece que estas semanas estamos con demasiadas despedidas, Castilla del Pino, Antonio Vega... y ahora nuestro amigo Mario. Todos ellos tienen algo en común: nos dejaron sus bellas palabras que nunca se irán de nuestros corazones. Eso es la inmortalidad.

Él ya nos dijo adiós con este poema:

Chau número tres

Te dejo con tu vida
tu trabajo
tu gente
con tus puestas de sol
y tus amaneceres

sembrando tu confianza
te dejo junto al mundo
derrotando imposibles
segura sin seguro

te dejo frente al mar
descifrándote sola
sin mi pregunta a ciegas
sin mi respuesta rota

te dejo sin mis dudas
pobres y malheridas
sin mis inmadureces
sin mi veteranía

pero tampoco creas
a pie juntillas todo
no creas nunca creas
este falso abandono

estaré donde menos
lo esperes
por ejemplo
en un árbol añoso
de oscuros cabeceos

estaré en un lejano
horizonte sin horas
en la huella del tacto
en tu sombra y mi sombra

estaré repartido
en cuatro o cinco pibes
de esos que vos mirás
y enseguida te siguen

y ojalá pueda estar
de tu sueño en la red
esperando tus ojos
y mirandoté.










Y para que la nostalgia sea menor, como un regalo, nos dejó su voz, para que además de leerlo, lo escuchemos:



4 comentarios:

Anónimo dijo...

¿Y si Dios fuera hombre?
pregunto inmutada,
vaya, vaya si Dios fuera hombre
es posible que entonces sí me instalara lejana
para que no fuera la muerte la que nos separara
ni yo la que el sida o el pánico le regalara.

Maria-Norte dijo...

Como tantos seres privilegiados, nunca se irá, deja un legado que nos acompañará siempre que nos refugiemos en su poesía

Anónimo dijo...

Vos sabes que todavia en vida le contesté algo desairada...Podría haberme quedado callada, en un rincón tranquilo, pero vos estaba conmigo, recordándome como siempre que, para vivir VIVIR, no debo quedarme inmóvil al borde del camino, ni congelar el júbilo, ni querer con desgana, ni quedarme sin labios ni dormirme sin sueño, ni pensarme sin sangre ni juzgarme sin tiempo...

Por todo esto y por más, vos mísmo sabes también que, hasta que "mis párpados caigan", siempre le llevaré conmigo.

Pilar dijo...

Yo, por aquello de que el tiempo desborda al viandante, un poema de Benedetti:

Cuando éramos niños
los viejos tenían como veinte
un charco era un océano
la muerte lisa y llana
no existía.
Luego cuando muchachos
los viejos eran gente de cuarenta
un estanque era un océano
la muerte solamente
una palabra.
Ya cuando nos casamos los ancianos estaban en los cincuenta
un lago era un océano
la muerte era la muerte de los otros.
Ahora veteranos
ya le dimos alcance a la verdad
el océano es por fin el océano pero la muerte empieza a ser
la nuestra.